Ayer eran Granada y Sevilla, hoy es Murcia. Asistimos con perplejidad a la repetida aparición de artículos de opinión en la prensa local de otras provincias cercanas elogiando a la ciudad de Málaga -especialmente su política en materia cultural- en detrimento de la propia y proponiéndola como referente a las autoridades municipales respectivas. Esta percepción tiene que ver obviamente con la marejada museística malacitana, y está resultando una efectiva terapia frente a ese «es que aquí no hay nada» que tan irreflexivamente se ha venido formulando desde nuestro propio ámbito local. ¿No será que los árboles no nos permitían ver el bosque? Y es que aquí siempre hemos tenido una relación esquizoide con nuestra identidad colectiva como ciudad, si es que tal cosa existe. Muchos añoran la pérdida de ciertos barrocos, costumbres, azulejos y cortijos que nunca existieron. Esto ha provocado no pocos e injustificados complejos de inferioridad que acababan desdibujando los muy reales paisajes marítimos, panoramas de mástiles, exuberante flora tropical€ Y patrimonio. Sí, patrimonio. Muy valioso y muy variado. Especialmente ese distintivo aire burgués que en cierto momento hizo de Málaga una anomalía entre las ciudades de su entorno, y que quizá por ello la hacía menos exótica a ojos foráneos, y más asimilable al entorno cultural del recién llegado que otras capitales andaluzas. Patrimonio más necesitado hoy de cuidados que nunca.

La lectura de estos análisis publicados más allá de Las Pedrizas nos hace esbozar una sonrisa de autocomplacencia. Hay que celebrarlo. Pero eran los generales romanos los que en los desfiles victoriosos se hacían acompañar de un siervo que les repetía «recuerda que eres mortal» para que fuesen conscientes de la fragilidad de las victorias y mantuviesen los pies firmes en la tierra.

*Luis Ruiz Padrón es arquitecto