Tras el 24-M se abre un nuevo tiempo político para el gobierno de la Casona. Algunos todavía están asumiéndolo. No se han enterado. Todo indica que el candidato de C’s ya no quiere ser alcalde. Ha dejado de soñar, aunque como buen «buscavidas» tendrá asegurado su sueldo público los próximos cuatro años, eso pretendía y lo ha conseguido. No era el candidato idóneo para una organización que prometía y promete, y el tiempo lo ha retratado. Tarde quizás para quienes confiaron en las siglas que representaba y para los malagueños que vieron en la formación naranja una alternativa. Lo es, pero no con personajes de esta calaña.

Todo indica que al asturiano lo han llamado al orden, tirón de orejas incluido. Era necesario. Ahora sus nuevas propuestas sí rozan el sentido común, lo cual indica que más que suyas, le vienen impuestas. ¡Menos mal!

Y lo cierto es que, sean de quien sean, no son malas, hasta el extremo de que eran necesarias, y ahora resultan que asumibles por el Partido Popular. No nos llevemos a engaño, nunca han sido asumibles hasta el momento de garantizar el gobierno del Ayuntamiento. Debían haber sido asumibles con anterioridad, porque eso, entre otras cosas es lo que les reclamaba la ciudadanía y la mayor parte de los votantes que han perdido. Si las hubieran asumido antes, muchos votos se hubieran quedado en su casa.

La gobernabilidad del Ayuntamiento malagueño está asegurada, ya sea con el Partido Popular o con una coalición de los partidos de izquierda, que también están legitimados, dicho sea de paso. Unos y otros se están dejando querer y haciendo «asumible» lo que nunca contemplaron en sus hojas de ruta en los ayuntamientos y comunidades autónomas gobernadas hasta ahora.

Transparencia, reducción de altos cargos confiando a funcionarios la gestión de los servicios públicos y casi eliminación de puestos de confianza, o lo que es lo mismo, acabar con la introducción de los resortes del partido de turno en la administración pública, algo que nunca debió ser una condición, sino la normalidad. Ahora toca aprender, adaptarse a las circunstancias, otra forma de hacer política, no vivir de ella hasta la eternidad. Pudieron haberlo hecho y ahora les viene impuesto por los ciudadanos, no sólo por los de naranja, sino por todo el arco iris.

Era necesario que ocurriera, como necesario es que las dos fuerzas mayoritarias de este país sigan siéndolo, al menos de momento. Las nuevas formaciones aportan pero no lo suficiente como para asumir en solitario la responsabilidad de gobernar.

PP y PSOE deben acometer cambios en sus políticas, formas e incluso personas, soltar lastre y ganar en humildad. Asumir que la vocación de servicio público no es lo mismo que servirse de lo público, asumir también que a los amigos se les invita a cañas, pero no se les enchufa, que a la política se viene a aportar, no a aprender y sobre todo, que cuando se llega no es para toda la vida.