Septiembre continúa templado, con cielos rasos y con un «run run» en el ambiente que he tratado de descifrar y no he podido hacerlo hasta hoy. Sí señores, el que se propone llegar a una meta lo consigue, es necesario que tenga paciencia, pero lo consigue. De esto sabemos mucho las madres, cuando va llegando el día de la «reubicación» en las aulas de sus «tesoros» se las ve sonrientes, esperanzadas, como si quisieran empujar las horas para que pasen más rápidas.

No sean mal pensados, nosotras, las madres y abuelas sufrimos mucho cuando nuestros «chiquitines» se van al cole. Nos entra una tremenda angustia y mayor desazón porque les echamos de menos. Acabas de arreglar sus dormitorios y al abrir las puertas, despacio, muy despacio, como con temor de que hayas estado soñando y «tus alegrías» estén todavía dormiditos.

Pero no, amigas, están en el cole y tú, como tienes previsto desde hace dos meses, vas a ir a tu cafetería preferida a desayunar con Marta, Mariví y Azahara. Crees que vas a contarle tus «aventuras» del verano y así es, lo que les vas a decir es que Carlitos tuvo el sarampión, que Martita es una rebelde sin causa y que al «peque» le has encontrado en el pantalón una carta de amor dirigida a su profesora de alemán. Lo de siempre, pero como me dice mi hija mayor: «El día que esto deje de ocurrir es porque algún «hijo de Satanás» ha dado con el botón que lleva buscando muchos lustros». Esta vez también lleva razón.

¡Lo contenta que he estado toda la semana! Una ve la tele, lee la prensa diaria, las revistas del corazón y he podido comprobar, con alegría, que el paso de los años también hace «pupa» a las ex de éste o de aquel personaje. Pues, a beber «agüita fresca», como todas.