La antigua ciudad de Danzig es en la actualidad la ciudad polaca de Gdansk. Aparece su nombre por primera vez en las crónicas de finales del siglo X. Pertenecía al primigenio reino de Polonia. En 1308 fue ocupada por la orden militar germana de los Caballeros Teutónicos. Después de una guerra que duró 13 años Danzig fue reconquistada en 1466 por Casimiro IV, rey de Polonia. Tutelada por monarcas polacos, alcanzó un alto grado de autonomía. Llegó a ser el puerto comercial más importante del Báltico. A partir de su incorporación casi tres siglos después al reino de Prusia comenzaría un largo periodo de decadencia. En 1807 Napoleón I la convirtió en la Ciudad Libre de Danzig. Cuando en el Congreso de Viena Polonia fue desmembrada entre Prusia, Austria y Rusia la ciudad se unió al estado prusiano.

En el tratado de Versalles los vencedores de la I Guerra Mundial encomendaron el gobierno de Danzig (Gdansk) a una administración internacional controlada por Polonia y la Sociedad de Naciones. El equivalente en aquella época de las actuales Naciones Unidas. Dada su población de mayoría alemana, a partir del triunfo del nazismo la presión del nacionalismo germano fue implacable. Al final Danzig se convirtió en la última reivindicación territorial de Hitler, que exigió su incorporación al Tercer Reich. Y allí empezó, en las aguas del puerto de la ciudad báltica, el horror que recordamos y tememos como la II Guerra Mundial. En las primeras horas del 1 de septiembre de 1939, el acorazado alemán «Schleswig-Holstein», teóricamente en visita de cortesía a una ciudad tutelada por la Sociedad de Naciones, abrió el fuego de sus cañones contra Danzig y el vecino fuerte polaco del Westerplatte. El resto de la historia -la mayor tragedia de la historia de la humanidad- ya lo conocen ustedes.

Aquel nacionalismo despiadado, encarnado en fantasías de una pretendida superioridad racial, ya había hecho antes saltar las alarmas en observadores como el profesor suizo Carl Burckhardt, el Alto Comisario de la Sociedad de Naciones en Danzig. En su libro Meine Danziger Mission: 1937-1939 reproduce el escrito del despido colectivo (21 de marzo de 1938) de los prestigiosos médicos de origen judío que hacían posible el ejemplar sistema de la sanidad pública de Danzig. Despido exigido por el Gauleiter local Albert Forster, procónsul de la Alemania nazi. Atropello imparable, ya que los nazis tenían la mayoría en la asamblea del Senado de Danzig. El escrito es un documento importante. Como otros similares que vendrían después, fue aquél un impecable texto, redactado en la mejor prosa burocrática de la época. Aquellos que no quisieron mirar hacia otro lado pudieron ver entonces que el paso siguiente sería el exterminio de los que los ideólogos nazis consideraban especies infrahumanas. Después de la guerra, el Gauleiter Forster fue juzgado y ajusticiado por sus crímenes contra la población judía y polaca de su efímero reino. Ya en tiempos más recientes, Danzig - ahora Gdansk - sigue llenando páginas en los libros de historia. En 1980 los trabajadores de sus astilleros fundaron un movimiento de reivindicación de nuevos derechos. Lo llamaron Solidaridad. Terminaría todo aquello haciendo posible el colapso final de otras tiranías y la caída del Muro de Berlín. Los alemanes del este se unieron a sus hermanos en la libertad. Entre ellos llegó una joven activista política: Angela Merkel.