Carmen Medina Guerrero (1927-2015) nació en la barriada de El Palo y vivió casi toda su vida en esta barriada de la que estaba profundamente enamorada, en particular de su gente, que siempre le correspondió con muchísimo y acendrado afecto.

Antes de comadrona cursó los estudios de Practicante -actual Enfermería- porque no tenía la edad que se exigía para iniciar los estudios de Comadrona. Al no haber Universidad en Málaga y carecer de medios económicos no pudo estudiar Medicina en Granada.

Cuando obtuvo el título de matrona casi todas las mujeres daban a luz en las casas y ella atendió, prácticamente, a todas las parturientas de El Palo, con toda solicitud y competencia profesional, ayudándolas y animándolas en esos momentos tan felices como dolorosos en toda mujer que va a dar a a luz a una nueva vida.

Cuando no tenían medios económicos suficientes, las asistía desinteresadamente, según han manifestado algunas que recibieron estos servicios totalmente gratuitos. Lo mismo hizo en su labor de practicante.

¿A cuántas? Nunca lo sabremos, porque ella se entregó a su humanitaria tarea siguiendo el consejo evangélico: «Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha».

Al quedar viuda, con una pensión muy limitada, trabajó duro para sacar adelante a su familia.

Tenía un don especial para tratar a las personas de toda condición social, tanto a las más acomodadas como a las más pobres y humildes, pero su «debilidad» creo que fue sin duda la gente de la mar, las de las playas de El Palo.

Gozaba de una gran popularidad; salvo personas que llevan poco tiempo en este barrio, todos la conocían y apreciaban, siendo en estos días frecuente el comentario de los firmantes que solicitan para ella el nombre de una calle: «Ella se lo merece», «ella se lo merecía».

Era, me decía un amigo de su infancia, «guapa y simpática»: guapa en su juventud y madurez, simpática de por vida; y añadía con buen sentido del humor: «Yo sólo he sido y soy lo segundo, simpática».

Con todo, creo que el gran mérito de mi hermana no fue hacer cosas extraordinarias ni heroicas, sino que hizo lo ordinario extraordinariamente bien, como hacen tantas personas anónimas, gracias a Dios, y que nunca aparecerán entre los nombres del callejero urbano.

¡Mi hermana puede representarlas a todas dignamente!

Como decía, quien busque actos heroicos en mi hermana no los va a encontrar, a no ser que considere, como yo, que no existe mayor heroicidad que la entrega continuada al servicio de los demás y la lucha cotidiana por la vida, con honradez, laboriosidad y alegría.

¡Procediendo de este modo supo ganarse el afecto y admiración de todos!

Leía hace unos días unas palabras que considero encajan perfectamente en su perfil biográfico.

A ella, que era creyente y practicante, podemos aplicárselas: «A Jesús le importa menos si alguien hace prodigios, que su modo de vivir generoso, compasivo, exigente y consecuente con su fe».

¡Así vivió Carmencita, «La Comadrona»!

En la persona de Luis Caparrós Albarracín, su cuñado, que inició y puso en marcha esta idea, doy las gracias a todos los que han colaborado, (personas de toda ideología política), en la recogida de firmas y nos han dado su apoyo, ánimo y cariños para que sea posible la dedicación de una calle a Carmencita «La Comadrona», como con tanto afecto se la conocía en nuestra querida barriada de El Palo.

¡Muchísimas gracias a todos!

Con mi mayor afecto.