No hay cosa más parecida al periodo de celo de los animales (humanos incluidos) que un periodo electoral para el político. El asunto de la papeleta que se introducirá en la urna se convierte en obsesión exclusiva, todo lo demás queda subordinado o pendiente, y cualquier decisión se calcula en función de los efectos que pueda tener sobre el deseado acoplamiento al poder. Esto hay que entenderlo, pues la orden genética de supervivencia de la especie (que está detrás también del celo propiamente sexual) desplaza el interés hacia otras cosas, pero debería haber excepciones. Aunque el español tenga fama, justa o no, de albergar pasiones primarias, no conviene contribuir a reforzar el tópico. En la contribución de España a la lucha contra el yihadismo el calendario viene dado por la situación bélica o cuasibélica, y no le podemos decir al mundo que ahora no porque estamos en plena berrea.