Se levantó la veda. Pedro Sánchez y el PSOE es el enemigo a batir. El líder socialista es carne de cañón y sufre ataques desaforados desde que se sabe que la única alternancia al PP son los socialistas. Lo hace el PP con el solapado Mariano Rajoy de franco tirador y lo hace Podemos, con la sonrisa impostada de Pablo Iglesias. Rajoy ha mandado a sus huestes a merodear en territorio socialista para encontrar flancos débiles y Pablo Iglesias, sin ocultarse, busca el cuerpo a cuerpo con Pedro Sánchez, embarrando el campo de juego donde se cree superior. A la caza del Octubre Rojo se suma también el comandante Rivera, de suaves modos, pero de mirada dura como el pedernal. Hay que hundir el Octubre Rojo como sea. El comandante Marko Ramius (Sean Connery) tiene toda la flota soviética en su persecución detrás pero en su sigiloso submarino es capaz de urdir las estrategias más extremas para huir. Y lo consigue.

Los tres tienen motivos para terminar con Marko Ramius (Pedro Sánchez). Mariano Rajoy porque siente el aliento del PSOE en su cogote y porque le tiemblan las piernas con sólo anunciarle el previsto debate del lunes con el líder socialista. Propio es de Mariano Rajoy el ningunear el adversario, con suaves formas, casi como si la batalla no fuera con él. Tirar la piedra y esconder la mano. O como el niño al que le han cogido en un renuncio: «Yo no he sido». Rajoy quiere llegar al debate provocando el desgate de su adversario, sin hacer ascos a proclamar que Podemos está por la labor de minar la credibilidad de Pedro Sánchez y de los socialistas, con la asombrosa afirmación «Pablo, vais bien». España va bien si Podemos va bien. Rajoy sentencia y José María Aznar calla, a punto de reventar. Aznar tiene un sonar en la punta de la nariz de tanto como le ha crecido.

Y Pablo Iglesias se lo cree, sonríe la gracieta de Rajoy y no ceja en su empeño de lanzar cargas de profundidad contra Pedro Sánchez del que dice está ya amortizado y, lo que es peor, querer dejar en evidencia a un partido que en los últimos años ha sido el referente social del cambio en la sociedad española y ejemplo para muchos países de nuestro entorno. Iglesias no tiene otro objetivo que minar al Partido Socialista, sembrar de minas submarinas las aguas del Octubre Rojo, comerle la moral al comandante Ramius y disparar sus misiles contra quien le dobla, según la encuesta del CIS, en número de escaños. Iglesias sabe que en la izquierda tradicional (IU) no puede rascar más votos, con Alberto Garzón serio, crecido y armado de argumentos, por lo que sólo le queda el granero socialista. El PSOE, segunda fuerza de momento, es el enemigo a batir y a Iglesias no le importa llegar al cuerpo a cuerpo con Pedro Sánchez porque poco tiene que perder. De ser la fuerza emergente que tocaba pelo, con la posibilidad de formar gobierno, aparece ahora en cuarto lugar y a la baja.

Sería un craso error que Pedro Sánchez cayera en el enfrentamiento con Iglesias. Tiene más que perder que ganar. Sánchez debe proclamar que fue con los socialistas en el Gobierno como se alcanzaron las mayores cotas de bienestar y de igualdad que recuerda este país y que lecciones en este terreno las justas. Esta es la filosofía y estrategia que le han diseñado a Pedro Sánchez sus asesores, recomendándole frialdad en sus análisis para no atemperar la campaña en las formas y maneras a las que quiere llegar Podemos. En otras palabras, los socialistas son la fuerza de izquierdas con mayor intención de voto y no deben caer en la trampa tendida por los analistas profesorales que rodean a Iglesias.