El reciente estreno de la película Palmeras en la nieve, basada en la exitosa novela homónima de Luz Gabás, nos conduce a recrearnos en una significativa y silente parte de la historia de muchos españoles quienes dejaron sus pequeños pueblos para iniciar una nueva vida colonial en los antiguos territorios del Golfo de Guinea. El titular «Palmeras entre el fuego» me trasporta a una tierra habitada por algunos salvajes que utilizan los petardos para demostrar su baja autoestima y hallar un protagonismo tan innecesario como pérfido. El pasado lunes - día de los Santos Inocentes -, poco después de las 22 horas, unos transgresores malintencionados lanzaron un cohete a la corona de uno de estos árboles palmáceos, viéndose afectadas por el incendio cuatro whashingtonias aledañas al auditorio Eduardo Ocón. La cuestión es ¿por qué? Otra pregunta a dilucidar sobre la compleja conducta de barbarie de estos homínidos y su directa relación con la destrucción gratuita y la sinrazón.

No dejo el tema arbóreo, en Málaga es un asunto generador de controversias. La Academia de Ciencias pone en tela de juicio las recomendaciones del Plan Director de arbolado -presentado en octubre por el Consistorio- y ha emitido un informe alertando sobre la alteración del paisaje vegetal y ornamental de la urbe. Los académicos insisten en no olvidar que el panorama vegetal de la ciudad se comenzó a diseñar en la mitad del siglo XIX con los jardines de San José y La Concepción, continuando su desarrollo y crecimiento con el Parque a principios del XX. Estoy de acuerdo con quienes plantean el arbolado urbano como un factor cultural de un pueblo. Con los definidores de una sociedad no sólo por los árboles plantados, sino también por los que decide no destruir. A la espera de acuerdos connaturales, buena entrada de año. Prosperidad en 2016.