Ya es histórico que el PSOE cante a los cuatro vientos sus fortalezas y sus debilidades. El espectáculo de los últimos días es clamoroso y de no poner remedio, algo que parece muy difícil a corto, saldrá tan tocado que me veo a Iglesias aplaudiendo con las orejas. Y Rajoy salivando propuestas que nunca llegarán a cuajar. A Rajoy, kaput en sus propias filas, le toca tomar ahora la misma medicina, cicuta pura y dura, que hizo tragar a Susana Díaz cuando la tuvo dos meses en el paro, sin permitir con la abstención del PP andaluz que fuera elegida presidenta de la Junta de Andalucía. Rajoy implora ahora la abstención de los socialistas y poder seguir en La Moncloa con el apoyo de la marca blanca, Ciudadanos. Ni al PP ni al PSOE les interesa que haya elecciones porque los indicadores propios y externos indican una bajada sensible del voto para ambas formaciones. Y por contra subida tasada en dos o tres puntos de Ciudadanos, si no vuelve a cometer errores y nueva remontada de Podemos, partido que ha forzado al PSOE al suicidio toda vez que no le da alternativa una vez fijada la línea roja del referéndum consultivo y vinculante en Cataluña. Iglesias se frota las manos y las palmas echan humo en sus adláteres aún sabiendo que para hacer efectiva esta consulta se necesita el apoyo del PP y del PSOE para modificar la Constitución, algo que no harán.

Iglesias ha sabido vender humo, incendiando a los socialistas, mientras que se carcajea vistiendo de ropaje social algunas de sus pretensiones, las mismas que ya había puesto sobre la mesa mucho antes Pedro Sánchez, pero nadie podrá negar a Iglesias y a sus acólitos saber vender la piel del oso antes de cazarlo. Iglesias es un consumado vendedor de propuestas e incluso si no gusta a la parroquia que se hable de referéndum lo tamiza, lo camufla, le da la vuelta, referéndum ya es consulta y rebaja la tensión, aunque no se sabe si este nuevo quiebro de cintura podrá calmar las voces displicentes que ya se levantan en Cataluña, donde Ada Colau está cada vez más fuerte y con claras aspiraciones, si hay elecciones, a la presidencia de la Generalitat. El choque de dos fuertes personalidades como Iglesias, el del entrecejo y no el de la sonrisa forzada, y Ada Colau ya se intuye en el horizonte. Al tiempo.

Confieso que a esta altura de la guerra postelectoral nada tengo claro y supongo que como yo, millones de ciudadanos. Es la hora de la política en mayúscula y, al parecer, no estamos sobrados de estadistas de talla y, por favor, no miren a Cataluña donde vemos a Artur Mas arrastrando la indignidad a que le tienen sometido los antisistema de la CUP. Es el momento de hacer valer si de verdad se votó cambio y renovación. Mantener a Rajoy en el poder aunque se le termine por llamar Marianico el Corto (por aquello de una legislatura sietemesina) es una alternativa. Rajoy no quiere salir por la puerta de atrás, después de 34 años de alfombra roja y coche oficial y se agarra a un clavo ardiendo pese a haber perdido tres millones y medio de votantes y de una mesnada de 186 diputados pasare a 119. Rajoy hará todo lo posible para desmenuzar a los socialistas, ningunear a Pedro Sánchez, sumándose así a la estrategia de Iglesias de minar, con todo tipo de cargas de profundidad, a Pedro Sánchez, en primer lugar y, en segundo, al propio PSOE.

Los socialistas, en capilla y flagelándose, tienen la posibilidad de recuperar el terreno perdido si aciertan a interpretar lo que pide la sociedad y que está en los genes de un partido histórico, la lucha por la igualdad y la justicia social. Pese a las trifulcas y las ansias de algunos por menear el avispero socialista el PSOE tiene dos cosas claras, muy claras: No al PP y a Rajoy para su investidura como presidente del Gobierno y no rotundo, sin fisuras, a Podemos mientras este partido mantenga la línea roja del referéndum catalán. Todo lo demás son cantos de sirena y ganas de enredar, con los socialistas cayendo en la trampa de despellejarse vivos. Heridas abiertas y sangrantes, rociadas con sal y vinagre para mayor inri. Extrema habilidad de los socialistas en hacerse el harakiri.

Así termina el año 2015 y empieza con las mismas cuitas el año 2016. Pese a todo, que lo tengan feliz, en paz, con solidaridad y unos gramos de sensatez, que es lo que parece faltar. Y olvídense de la última tomadora de pelo del PP en el poder, la subida del salario mínimo de 6,6 euros al mes. Es el aguinaldo de Rajoy. ¿Se imaginan ustedes otros cuatro años con Rajoy en La Moncloa? Yo no.