Rajoy no necesita ya mucho para ser defenestrado. De facto ya lo ha sido de puertas para dentro. Y, como los godos, a rey muerto, rey puesto. Mientras Pedro Sánchez es capaz de desmigar aún más a un PSOE fragmentado, Pablo Iglesias decepciona a sus socios que se quedan sin grupo propio y Albert Rivera que sigue intentando ser el protagonista salvador, en el PP saben que Rajoy no tiene ni media opción de ser presidente del Gobierno€ Pero eso no significa que renuncien a gobernar. En estas últimas semanas se ha hablado de pactos a la portuguesa, a la danesa y casi a la carbonara, pero ahora lo que pita es un pacto a la italiana. Según anunciaba ayer El Español, José Manuel García Margallo se ha puesto guapo para estar en la pole position a la hora de sustituir a Mariano Rajoy. Es más, las intenciones de Margallo parece que se centran en convertirse en un Mario Monti madrileño, conseguir desgastar a los perdidos líderes de los dos partidos mayoritarios y darse una vuelta por la Zarzuela para hablar con Felipe VI. La calle de enmedio nos permite ver un escenario poco común, al que difícilmente podría acostumbrarse una España que siempre va a querer que su equipo (o partido político) gane el juego, aunque sea con malas artes y a costa de quien sea. Pero esta calle que se abre con Margallo es ilusionante desde un punto de vista de política pura. Si nuestro país fuera suficientemente maduro para aceptar un Gobierno técnico temporal que se dedicara sólo a dirigir el país tomando medidas básicas sería un gran paso. Margallo ha estado en la campaña y en las fechas posteriores al pie de los medios de comunicación, siempre con una actitud dialogante y no tan partidista y sectaria como otros de sus compañeros del PP. Es cuestión de poner todas las cartas sobre la mesa y si al final resulta que quien gana era un descarte no habría que sorprenderse. ¿Presidente José Manuel?