Son las diez de la mañana; el cielo está cubierto de nubes negras y el chino de enfrente aún tiene su tienda cerrada. Concluyendo, me acabo de cubrir mis canas con un casco de acero, por si las moscas. Claro que, antes, lo he decorado con unas margaritas preciosas que le salieron a mi nieto Javier en un sobre de cromos.

Decía mi tía María: «Mujer prevenida vale por mil». Sé que era algo exagerada, cierto, pero por dos o tres claro que sí. Y no voy de heroína, ni falta que me ha hecho nunca. Si haces las cosas lo mejor que puedes gastas sólo lo debido, ayudas, cuidas y mimas a los ancianos de tu familia, te puedes acostar tranquila, jamás soñarás con los yuyus. Un secreto: éstos tienen nombres y apellidos lo que pasa es que soy buena y no quiero que les señalen con un dedo. Pretendo que, si alguien se siente aludido al leer esta cariñosa crónica, se comporte durante los próximos siete días algo mejor. Inténtenlo, con un poco de suerte, hasta les gusta..

¿Leen lo suficiente? Alguien dijo que «Entre las páginas de un libro puede esconderse un grito, una denuncia, una blasfemia, un delirio, un Dios, un beso». Bonito, muy bonito. Y yo, pobre de mí, añadiría que un libro puede cubrir parte de nuestras ausencias, incluso -créanme que es verdad- podemos comprender el motivo del mal comportamiento de nuestro peor enemigo. Martina Mair escribió: «Los libros son bombones para el alma, pero no engordan. Después de leerlos no tienes que lavarte los dientes€incluso los más gordos tienen una última página y puedes leer otro nuevo». ¿No os da rabia que siempre sean otros los que tienen esos bonitos pensamientos? Por algo será. Les juro que lo voy a averiguar porque no sería como soy si hubiera dejado pasar los retos sin intentar ponerles remedio.