Sí, os lo voy a contar con la menor acritud posible. Así soy yo: gruñona, pesada pero, en el fondo, sencillamente maravillosa o eso al menos me decía mi tita María cuando le mostraba la tarea que ella me había impuesto dos horas antes, finalizada. Nunca me mandaba barrer, quitar el polvo -que era lo que más me gustaba, lo prometo-, me aconsejaba hacer vainicas en las sábanas que mi prima Lali había bordado unos días antes. Y sin fallos, oiga. Si descubría alguno me doblaba la tarea. Yo obedecía sin rechistar porque, hasta para obedecer hay que ser talentosa; si no hubiera estado predestinada a verter muchas lágrimas en el transcurso de mi existencia.

Esos eran los consejos que nos daban las madres cuando éramos niñas. Un recuerdo para todas ellas, que si bien sus consejos nos parecen hoy encíclicas del Santo Padre de Roma, en el fondo nos han evitado, en nuestras vidas de adultas, muchos sufrimientos.

Mi saludo más entrañable para Matías Prats por su recuperación de la delicada enfermedad que le ha tenido retirado de las pantallas una larga temporada. A Prats lo conocí, hace muchos años, cuando acompañaba a su padre que retransmitía una carrera de automóviles.

En esta ocasión lucía unos graciosos pantalones bombachos y un chaleco todo ello de cuadros escoceses. Se conserva muy bien, siempre con carita aniñada, lo que es una ventaja para la larga vida que deseamos pueda disfrutar.

Ojalá que este año se pueda inaugurar el Museo de la Aduana. Después de muchos años con negativas a su utilización como espacio museístico por parte del Gobierno central, ya toca, y Málaga da otro paso, para colocarse en el podio de ciudades culturales de España.