Ya en los tiempos platónicos, la sofística ilustrada hacía de la opinión verdad subjetiva, que fundamentada en retórica se imponía con falsa pretensión de universalidad. Vamos, como hoy en día. Bien es verdad que los diálogos platónicos acaban con la huida de Sócrates por su incapacidad para presentar la verdad sobre el tema discutido. Por supuesto, los sofistas ni lo intentan por su defensa del relativismo moral y gnoseológico. Pero bien sabemos que la verdad está en muchos casos en su búsqueda y no tanto en su hallazgo. Es así que la voluntad de verdad al menos pone a la persona en camino de hallarla. El fracaso está ahí, pero el rastreo del verdadero conocimiento no debe quedar por la falta de esfuerzo intelectual.

Así asistimos perplejos a la discusión y afirmación con pretensiones de verdad de dos proposiciones contradictorias. Y desde nuestro desconocimiento tragamos. Es verdad al mismo tiempo que una fuente informativa diga que hay un determinado número de manifestantes y otra fuente multiplique por cien esa cantidad. Y lo mejor es que al final no sabemos la verdad. Incluso el otro día en un programa televisivo un dirigente político reconocía que lo que se decía en campaña electoral es distinto a lo que después se hace en negociaciones políticas. A mí me educaron diciendo que eso era mentir. Y es así como se lo quiero enseñar a mi hija. Si me dejan, claro.