Serían las tres y cuarto. Estaba almorzando noticias mientras miraba la ensalada cuando de repente me vi. En la tele. El caso es que me vi de una manera que no me había visto antes. Me vi alto, esbelto, pelazo, pinturero y hasta comiendo churros. La ficción tiene esas cosas, te puedes hartar de churros y mantenerte en tu peso ideal. Claro que lo preocupante es que no era ficción. Era un noticiario. Y allí estaba yo. Pero el cámara no quería que los espectadores se fijaran en mí, sino en lo que yo tenía detrás, que era un amasijo de bolsas de basura llenas de basura, que es de lo que están llenas ese tipo de bolsas. Bueno, hay quien las llena de billetes, pero yo para el dinero siempre he preferido una cartera de cuero marrón que me regaló un amigo. Una voz en off informaba de la incidencia en la ciudad de la huelga de limpieza. Daba el dato de las toneladas acumuladas, de las peticiones de los trabajadores, de las largas reuniones. Daba opiniones de viandantes, daba de todo. Daba tanto que daba tiempo a verme un buen rato. Me empezó entonces a entrar una ligera desazón: la gente iba a creer que había estado comiendo churros toda la mañana. También tuve un desarreglo ligero en el estómago: el plano se repetía una y otra vez y a ese paso yo ya me había metido ocho churros.

Los churros eran de un céntrico establecimiento, cuya terraza, si uno se fija bien y acude con frecuencia, tiene retazos o personajes de La Colmena, Novecento, La Dolce Vita y del más acendrado y castizo malagueñismo cuando no de una confiada guirilandia. O sea, el sitio ideal para que te vean. Bueno, para que te vean las cientos de personas que por allí pasan, no un señor de Lugo o un opositor de Palencia o un ama de casa de Palafrugell, que no tienen ninguna necesidad a la hora del almuerzo de verme a mi hartándome de churros y trasegando un mitad. Sobre todo porque tampoco por esos lares tienen que saber lo que es un mitad, que para el que extrañamente lo ignore es mitad café, mitad leche pero que, también extrañamente, tiende a estar más negro que blanco por el puro misterio que conlleva cómo entienden en nuestra tierra el concepto mitad, que suele ser mitad, pero una mijita menos que mitad. O sea. Temiendo estoy poner un telediario esta noche. Que hartura de churros y de basura.