Edad y género, por Carmen Alicia Vázquez Febrero

«Edad y género» no solo son aspectos relacionados con el estudio de la genética, sino que además tienen mucho que ver con el ámbito social. Así tanto las monarquías como la Iglesia no solo excluyen a las mujeres de sus ámbitos de poder, sino que además permiten a sus dirigentes masculinos perpetuarse en el cargo hasta la muerte, a pesar de arrastrar durante esos mandatos numerosos achaques propios de la edad.

Todos tenemos los mismos orígenes y un mismo destino. La desigualdad es obra del hombre y la igualdad una utopía por más que celebremos el «día de la mujer». Y es que, no se trata de conmemorar el ocho de marzo, sino de despertar la conciencia de esos que, aprovechando la jornada, no saben que decir pero quieren quedar bien con manifestaciones de altos vuelos intelectuales buscando el slogan o frase más imaginativa para refrendar aquello que exponen y que luego olvidan el resto del año.

Francamente, este tipo de actuaciones despiertan la animadversión que siento tanto por las publicaciones como por las manifestaciones públicas que aparecen con motivo de esta fecha y, no es que me provoquen ira interior, simplemente, activan mi memoria porque me hacen recordar aquel célebre axioma de Voltaire en el que afirmaba que «los hombres solo se sirven de las palabras para ocultar sus pensamientos y de los pensamientos para justificar sus injusticias».

Valga como ejemplo la cruel propaganda turística que una compañía australiana publicó hace unos años, a raíz de haberse eco de que a Nueva Zelanda acudían «maduritas treintañeras que devoraban salvajemente a jóvenes veinteañeros».

¿Maduritas treintañeras? ¿Por qué cuando hablan de Harrison Ford (73), Richard Gere (66), Kevin Costner (61) o a Mel Gibson (60) los tildan de interesantes maduritos? ¿Acaso tiene la madurez también género?

¿Cachorros veinteañeros? Admitir el término cachorro en hombres que no solo han alcanzado la plenitud sexual sino que además superan sobradamente la mayoría de edad, sería tanto como hablar de abusos sexuales y ya sabemos que la pederastia es un delito, mayoritariamente, cometido por hombres y alrededor del cual ha crecido un ingente turismo, desgraciadamente bastante extendido sobre todo en Thailandia.

Este colectivo de hombres, en adelante «generación eternamente joven», para no confundirlos con «los cachorros», comienzan a sentir los primeros indicios de la generación que les da nombre, a partir de los 45 pero es entre los 50 y 70 años cuando este estado de bienaventuranza alcanza su mayor apogeo manifestándose en un regocijo exagerado que les mantiene alejados de su verdadera edad y les sume en una patología que bien podríamos calificar de «desequilibrio eufórico».

Hay un sentido de justicia asocial que todos poseemos y que reprimimos en la vida real por conveniencias legales. Claro paradigma de ello es la mujer que forma pareja con un hombre más joven que ella. No solo es motivo de burla sino que además se la ridiculiza públicamente, y con saña también, si es que la protagonista es conocida actriz, aristócrata o personaje público. Sin embargo, y como si de una turbulencia más del mundo se tratara, el caso inverso no interesa ni a prensa ni a humoristas.

Sin pena ni gloria todavía se celebran matrimonios con niñas de 8 a 14 años (esas sí que son cachorros), que son obligadas a casarse con hombres de más de 40 y 50 años (esos sí que son maduritos). Tampoco han cesado las violaciones a edades tan precoces, que muchas no superan el parto debido a que esos embarazos sobrevinieron antes de que sus órganos reproductores alcanzaran la madurez sexual (eso sí que es devorar salvajemente).

En otros casos, como en Sudáfrica, las niñas son víctimas de atroces creencias como las que se fundan en mantener relaciones sexuales con vírgenes, en su mayoría chiquillas de corta edad, como terapia para superar la enfermedad del sida y cuando no, son objeto de sanguinarios rituales, como el de la ablación del clítoris, que las mutilan genitalmente.

Era mi intención abordar el tema de la edad y el género con prudentes reflexiones pero no acabar con los triviales aspavientos de una generación caduca, desfasada y afortunadamente a extinguir así que, a qué apurar la sindéresis con quienes no les va a quedar más remedio que ser respetuosos porque de lo contrario se van a quedar muy, pero que muy solos.