¿Cuántas veces hemos preguntado esto a nuestros jugadores cuando ha terminado un partido? Yo en ninguna de las ocasiones. Me surge esta cuestión en la cabeza después de ver un partido minibásket femenino entre los equipos de CB El Palo y CB Marbella. El partido fue precioso. Los dos equipos jugaban a correr, defender y poner en práctica los fundamentos que sus entrenadores trabajan con sus jugadoras a diario. Todas participaron del balón, todas tenían la posibilidad de atacar y sentirse protagonistas en función de sus habilidades o talento. Me encantó el partido y los dos entrenadores, que tienen un futuro maravilloso y que espero que pronto nos retiren a otros que ya estamos mayores.

Cuando acabó el partido, el equipo que perdió se dirigió a la grada para ponerse a cantar, con coreografía incluida, que compartían con sus padres y familiares. Cuando vi esto me quedé pasmado porque ese baile necesitaba ensayo previo seguro. Incluso comenté lo que había visto con sorpresa con otro entrenador de mi club que me dejó una clave al decirme: «Francis, al menos se van felices después de cantar, aunque hayan perdido».

Pues tiene toda la razón. Muchas veces no percibimos si nuestros jugadores se divierten o no cuando juegan. Es evidente que está en nuestra mano conseguir que aprendan a divertirse mediante el camino que escogemos, camino que somos libres de elegir el que más nos guste. Por ejemplo, creo que pueden divertirse si todos participan del balón, si no son sólo dos o tres jugadores los que tienen permiso de atacar la canasta o de tirar si están solos. Supongo que todos estarán más cerca de pasarlo bien si aprenden que quitarle el balón al otro equipo es bonito y que necesita de trabajar en equipo. Estoy convencido que se sentirán mejor si les «regañas» cuando se equivocan pero también les aplaudes cuando lo hacen bien. Es probable no llegar a la frustración de perder si no les hablas de resultados, clasificación o eres el primero al que no le afecta el haber perdido el partido, o por lo menos delante de ellos no transmites tu malestar por haber perdido.

Después están las frustraciones personales que pueda sentir algún chico por no haber hecho un buen partido, o por no jugar todo el tiempo que él cree que debe jugar. También está el hecho de pensar que defrauda a su familia por perder. O lo que le dirán en el coche cuando se suba para volver a casa: que si «Manolito» juega más que tú y no lo entiendo, que si debiste de hacer aquel tiro y no pasársela a «Sotanito»... Esto no podemos controlarlo porque no estamos en ese coche y no sabemos qué le dicen a nuestros chicos en casa. Yo hablo de lo que nos concierne a los entrenadores, al grado de responsabilidad que tenemos si nuestros chicos no se divierten jugando un partido.

Lógicamente, dirigimos un equipo. Esto implica que todos no pueden jugar igual, o que todos no tienen las mismas condiciones físicas, ni técnicas. Pero sí todos pueden tener su rol en el juego y tenemos que transmitirles que la responsabilidad de cada uno es importantísima para el equipo, aunque sepamos que eso no es tan cierto. Debemos plantear un juego participativo, donde el derroche de energía sea máximo y en el que todos tengan la opción de tomar decisiones para crear una ventaja. Después evidentemente, habrá quien tenga más talento o más habilidades para hacerlo y habrá quien tenga menos posibilidades.

Sin duda alguna hay que enseñarles a competir. Y dentro de la competición está ganar. De hecho, a mí lo que más me gusta del deporte al que me dedico es ganar. Pero competir implica que a veces te toca perder y hay que saber perder; hacerlo analizando si pusiste todo el esfuerzo necesario para buscar la victoria y predispuesto a que llegue el siguiente entrenamiento para trabajar buscando la mejora para que en el siguiente partido puedas conseguir esa victoria.

La clave de todo me la dio otra compañera en las reuniones de técnicos que cada jueves hacemos en mi club. La motivación. Debemos buscar alguna motivación (no siempre lo consigues) para cada jugador, intentando que tengan sus propias metas personales por las que trabajar y disfrutar del baloncesto. Lo que está claro es que la frustración por la derrota y solo «regañar» no es el camino para conseguir que se diviertan.