Leo un artículo en el que una historiadora ve «nada irreal» la familia colectiva que propone la diputada de la CUP Anna Gabriel, y pone como ejemplos la etnia Na, del Tíbet, y algunas prácticas grecorromanas. Bueno, no creo que haya que ir tan allá en el tiempo y el espacio: en los años 60 del pasado siglo (y en los 30 no digamos) esta idea reinaba en los círculos más progres, proliferaron las comunas y todos saben cómo acabaron, casi sin excepción. Decir como el rosario de la aurora sería piadoso. Entre la santificación dogmática de la familia patriarcal y la santificación dogmática de la contra-familia hay un gama de versiones familiares basadas en la tolerancia. La izquierda radical podría dejar estos ejercicios de distracción, ir al asunto, y atreverse a plantear de una vez

un modo de producción creíble distinto al capitalismo más o menos socialdemócrata, si cree

que lo hay.