Rajoy pretendía levantar una mayoría bajo el espejismo de que todos los votos le pertenecían. Sánchez ha de trabajar desde la humildad de que no le pertenecen ni los votos obtenidos por su partido. En medio de la fosilización de la política, el secretario general socialista ha crecido hacia la izquierda. Sin embargo, pronto caducará el efecto del elixir que ha obtenido, al soportar la presión más brutal jamás ejercida contra un líder democrático. Ha manejado correctamente las pausas del solitario corredor de fondo. Se equivoca si cree que ahora no tiene prisa.

Si realmente se abriera una nueva etapa, el pasado lunes debieron comparecer juntos los bronceados Sánchez, Iglesias y Rivera, anunciando la salida del atolladero. La inexperiencia y juventud compartidas actuarían como antídoto a las infracciones ideológicas. La pérdida de fuelle de Rajoy entre sus acérrimos haría el resto. Uncido a Ciudadanos, el presidente en funciones ha obtenido el mismo resultado que Artur Mas con Junts pel Sí. En aquella ocasión, el PP clamaba por la dimisión del presidente de la Generalitat en funciones, que acabó por producirse.

Unamuno predicaba la alterutralidad, parodia de la neutralidad que premia a quienes sabían tejer consensos entre posiciones antagónicas. El mejor combustible para la renovación facial del mapa político reside en la arrogancia de Rajoy, que ni siquiera admitía que necesitaba el apoyo de Sánchez. Se limitaba a recriminar al socialista que estorbara su paseo triunfal. Todavía hoy, la proyección del PP sostiene que le bastarán tres elecciones más para alcanzar la mayoría absoluta que es incapaz de pactar en el Congreso. Los 170 diputados que respaldaron al candidato fracasado representaban a once millones de votantes dignos de todo crédito. Ahora bien, Rajoy logró una mayoría absoluta en contra de 180 diputados y doce millones de votos. Costará convencerle de que un sufragio en contra vale lo mismo que uno a favor, pero «así es la democracia». Se lo recordó desde la tribuna un Sánchez que ha de mirar a izquierda y derecha antes de cruzar su Rubicón. Le falta tiempo, y esperemos que no empiece pactando a solas con Ciudadanos.