En la ansiedad popular sobre la salud del líder (caso Hillary) quizás resuene al fondo, bajo las dudas en la aptitud de comandante en jefe -más vulnerable, por ejemplo, a un carácter provocador y bronco- el atavismo del Rey Pescador, cuyos males, por magia simpatética, acarrearían los de la tierra, campos y frutos de su reino (me viene ahora a la cabeza este viejo asunto de la saga artúrica al hilo de la lectura, muy tardía, de «The horror!, the horror», del profesor Vicente Domínguez). Cabría pensar que el tamaño de aquella ansiedad estaría en función inversa al grado de democracia real de un pueblo: cuanto más dependa de un líder providente, mayor congoja por su salud. Pero a la vez está sin duda en función directa al tamaño del poder, y el del boton nuclear es el poder absoluto. Tirando por elevación, quizás en USA podrían preguntarse por qué deben optar entre dos septuagenarios.