Recuerdo un viaje de juventud a la insípida Viena. Lo más llamativo de aquella ciudad fue encontrarme en las aceras unas urnas de cristal sin candado que contenían los periódicos del día. El austríaco de turno dejaba una moneda, abría el cofre, cogía un periódico del montón y volvía a cerrar. ¿Se imaginan ese sistema en España?

Esa anécdota me viene a la memoria con el tema de Rita Barberá, por aquello de serlo y parecerlo. Ahora Rita se ha vuelto desobediente, díscola, huidiza. La senadora valenciana ha dicho con su dulce voz aflautada que no dimite y que se pasa la autoridad de Rajoy por el caloret fallet, pues un aforamiento bien vale un hasta luego cocodrilo. No olvidemos que la CE consagra en su Art 24.2 que todo el mundo tiene derecho a la presunción de inocencia y por tanto es inmaculado hasta que, en sentencia firme, se demuestre lo contrario. Nunca antes. En cambio, hace años que la panda de inútiles que jalonan la política española escupió contra el viento al abrir la caja de Pandora fijando la investigación como límite para destrozar una vida.

La política es como un club social, rancio, arcaico, endogámico, y quien ostenta un cargo no puede contradecir la tradición. Disciplina de voto lo llaman. De hecho, cada partido tiene un maromo que antes de cada votación levanta la mano indicando con los dedos el sentido del voto esperado, y todos los demás aborregados aprietan el botoncito correspondiente. Estupidez piramidal le llamo yo. Esa obediencia ciega, ese sometimiento adoctrinado, son inquebrantables, y pobre del que vaya de valiente. Será sacrificado y entregado al ostracismo, relegado a la esquina de los apestados, pero claro, cuando se saben investigados y peligra el pan de sus casas, sus coches oficiales, sus aforamientos y sus exclusivos actos oficiales, se aferran al puesto como perro que trepa olla. Por eso Barberá se ha ido a medias, como los tangos malos, dejando el PP pero quedándose el sillón. Debe pensar Rita que lo que se da, no se quita.

Otro punto importante de este asunto, otra arista, es la epidemia de políticos que no han trabajado en su vida fuera del partido, de ahí que todos pronuncien esa frase manida: el procesado hará lo que más convenga al partido. No lo que venga mejor al país, a los españoles, sino al partido. Quizá si el político de marras tuviera un empleo o una formación que le permitiera ganarse la vida de forma alternativa en vez de poner todos los huevos en la paniaguada cesta del proselitismo ideológico, la dependencia personal cedería espacio a favor de la dignidad global.

Y así tenemos a Rita Barberá, de funambulista entre las arenas movedizas de la judicialización de la política y la politización de la justicia por, presuntamente, abrir la urna, coger todos los periódicos y llevarse las monedas; cosa que fastidia bastante a todos los que sí pagamos poniendo cara de panoli.

Pero aquí, en esto de la obediencia, hay para todos. Ahora la fiscalía nos dice que Chaves y Griñán pasaban por allí y obviaban que el dinero destinado a parados acabase en barras de neón con olor a cocaína o en tacones de aguja con sabor a caviar. Y en ese ambiente Fernández Vara critica públicamente a Pedro Sánchez por su bloqueo institucional y gran parte de la jauría socialista le muerde la nuez por indisciplinado. Piensen que si eso ocurre con todo un médico forense y presidente de comunidad autónoma, imagínense qué pasará con un joven que encontró cobijo a la sombra fresca de una sede y hoy forma parte de la ejecutiva nacional. Ese imberbe, hoy madurito, entregará sin duda su alma y su criterio al partido porque en su día apostó todos sus talentos al rojo, impar y pasa.

En fin, que lo de Rita Barberá no es más que otra raya para el tigre, otra estrofa a la que, sólo un juez, pondrá letra y música. Como debe ser. Por eso estoy a favor de endurecer las penas en todos los delitos que atañan a políticos: quiero independencia judicial, que se eleven los años de condena, que devuelvan el triple de lo robado, que no puedan volver a ostentar un cargo público, y que esos partidos, que crearon al monstruo y les puso en situación de delinquir, paguen altísimas responsabilidades civiles por no impedirlo. Sólo cuando les duelan sus propios bolsillos, los partidos se cuidarán muy mucho de acoger y promocionar a los más validos, a los más íntegros, a los más éticos.

De verdad, estoy a medio político corrupto de empadronarme en Viena. Que será insípida, pero tienen claro lo que significa dejar una moneda.