En estas primeras datas del nuevo año comienza el balance en forma estadística de lo acontecido, de un tiempo ya pretérito, desvelando cuantitativamente la prodigiosa transformación de la capital en los últimos tres lustros. Sí, la ciudad ha ido adquiriendo de forma gradual su registro poético de edén, esbozada por el sector turístico, y percibida como destino ideal hasta por el influyente supervisor The New York Times.

En los últimos quince años se ha pasado de los 378.000 viajeros por temporada de 2000 a superar el 1,1 millones, con una subida que supone casi el 200%. Si a ello le sumamos que Málaga se ha encumbrado como la primera entre las grandes metrópolis españolas en cuanto a visitas a museos -con una media de 81,4% por cada cien noches de hotel, según un estudio realizado por Turismo Planificación Costa del Sol quienes han analizado el valor de la oferta cultural de la capital-, todo ello plantea sin lugar a muchas dudas: la antigua Malaka está de moda a nivel internacional. Así, el 98,6% de los visitantes afirman recomendar nuestra urbe y siete de cada diez admitieron en materia de contenidos haber superado sus expectativas iniciales. Satisfacción plasmada en los 547 millones de euros generados por los peregrinos de las exposiciones, a pesar de que la gestión de las salas aún es deficitaria. Otra obra por perfilar.

Los datos lo confirman, Málaga está anualmente entre las ciudades más crecientes lo que no debe hacernos caer en un triunfalismo vehemente. Continuar trabajando con planificación y sostenibilidad en curar las cicatrices aún marcadas en la fisonomía de esta villa-galería es la fórmula, sin olvidar que los museos de verdad son lo sitios en los cuales el tiempo se transforma en espacio, como apunta Orhan Pamuk; en un lugar identificativo con estilo propio sin abandonar nunca la esencia de nuestra progenie.