No tiene que ser un periodo vacacional, que en nuestro país hay unos cuantos, para que un informativo local, regional o nacional dedique unos minutos a un hashtag que es trending topic, a una imagen que se ha hecho viral en Twitter -«¡Arden las redes!»- o a uno o varios mensajes lanzados a la red con aroma a oficialidad anunciando candidaturas, discrepancias o fallecimientos sin confirmar. Que las redes sociales se han convertido en parte de nuestra vida, como hace veinte años lo eran las tertulias de bar, el botellón del sábado o el lunes postjornada de liga, es innegable; como es innegable que el acceso diario y la forma en que se accede a ellas varía mucho de quién, cómo, cuándo, dónde y porqué. Periodismo, que diría Ferreras, o no tanto, si hacemos un fact check numérico, de los que le gustan a la cónyuge del presentador de Al Rojo Vivo, para apoyar con cifras el nivel de seguimiento de según qué perfiles.

Véngamonos a Málaga para comprobar que en una ciudad que supera holgadamente el medio millón de habitantes, según el censo del pasado año 2016, apenas la quinta parte de su población sigue el perfil del Ayuntamiento en Twitter. La Empresa Municipal de Transporte cuenta con cientos de miles de usuarios anuales, pero la realidad es que solo algo más de siete mil de las personas que utilizan el autobús urbano de la ciudad se informan a través de él de cambios de ruta, incidencias o novedades. Con el metro pasa algo parecido. En dos años de vida suma en millones -concretamente en tres- los usuarios anuales, pero ni un millar de personas están atentas a su perfil oficial de Twitter. «Málaga quiere un Bosque Urbano» -y yo también-, reivindica la plataforma ciudadana con este nombre, a la que ni 1.200 personas siguen en la red social del pájaro azul. Varios ejemplos que, a quienes tratamos a diario con tuits, posts, hashtags y menciones nos deberían hacer pensar, como receptores de los mismos, a qué mensajes dar importancia y a cuáles no, y a los emisores, si están haciendo un uso correcto de sus perfiles para llegar a la cantidad de gente que deberían llegar. Porque a todos ustedes, como a mí, les habrán llegado estos días fotografías de la playa de Los Álamos como si fuera Estocolmo o el Muelle Uno con un fino manto de nieve impropio de la Costa del Sol. Y la diferencia entre ustedes y yo, es que yo trabajo en un medio de comunicación. Parémonos, pensemos a mirar quién envía qué, y por qué, y después reenviemos.