Hoy he comido una excelente tortilla de patatas, he jugado con mi hijo en un parque 45 minutos, he redactado una columna, he escrito 15 aforismos, he estrenado calcetines. He caminado casi una hora. Un pantalón ha dejado de apretarme. Hoy he leído un trozo de una entretenida novela de Sergio Vila-Sanjuán (El informe Casabona). He visto un capítulo de una serie que se desarrolla en Islandia: Atrapados. Hoy. He fumado un cigarrillo en alegre corrillo de compañeros. Pequeños placeres, grandes momentos. Un día de cotidianeidad burguesa sin pretensiones. Un día más, sin embargo. Sin mayor historia. Un día menos. Ahí está. Alejándose en el calendario, comenzando a acumular bruma en la memoria ¿Cómo lo definiría/resumirína Jorge Guillén o Pablo Baena? Un día más vívido que anteayer, menos fresco que mañana. Hoy he participado activamente en el grupo de whatsapp que han formado compañeros de colegio, he advertido una pequeña y quizá no tan nueva arruga en la cara. El mapa de lunares sigue intacto. Hoy me he reído con el chiste de un chistoso televisivo, me he indignado con una noticia del telediario y he planeado ir al cine a ver un musical. Tal vez el sábado. He leído a mis columnistas favoritos. He editado páginas.

No sé si la felicidad estriba en atravesar con salud estos días genéricos y abundantes. No sé si quiera si he debido utilizar el verbo estribar o si es vulgar o pedante, arcaico o incomprensible, atractivo o tópico. El equipaje vital va lleno de jornadas de este tipo, que -aún siendo gozosas- incluyen muchas horas de ordenador y reuniones; supongo que la clave, y si no es así hay que intentarlo, está (iba a escribir ´estriba´) en trufarlas con el recuerdo de otras que bien podríamos calificar de inolvidables en las que fuimos dueños de nuestro tiempo. En eso y en procurar que otras jornadas no rutinarias sean frecuentes.

Le está quedando a uno el artículo como de diarista melancólico; tal vez es la influencia de Pániker o de Gil de Biedma; de Valentí Puig o Iñaki Uriarte, que dieron dietarios o diarios (qué es una cosa y qué es otra es interesante discusión académica) a imprenta y que uno ha estado leyendo estos meses. «Yo a veces escribo sobre lo que me ocurre porque soy el personaje que tengo más a mano». Llevo toda la vida pensando eso y es hace poco cuando me he enterado de que era una frase de Oscar Wilde.

Hay diaristas tendentes a la honda reflexión, ven una mosca y se lían a citar a Aristóteles y otros que consignan hasta el último detalle. Hay una entrada en uno de los muchos dietarios de Pla que apenas tiene veinte palabras. Una de ellas es onanismo.

Vidas contadas que se leen a veces como una buena novela por la que pasan amigos y enemigos del escritor que tomamos como personajes. Estos personajes a veces también comen tortilla de patatas y estrenan calcetines y leen novelas y nos las cuentan. No son exactamente memorías, más propias de los políticos que quieren justificarse y ajustar cuentas. No importa el qué de las vidas y sí el cómo están contadas.

Gustan los diarios por que están en la raíz de un instinto universal: cotillear. Aunque no es menor la pulsión del que lee el querer identificarse con quien tenga la valentía de poner por escrito sus miedos y congojas, apuros alegrías y momentos puramente intrancendentes. Intrascendentes pero que te salvan el día. Piensen en cuánta gente vive así, de salvar un día y otro. Y luego otro más. Sumando semanas. Sin poder estrenar calcetines a menudo, sin buenas tortillas, ni alegres compañeros, ni inquietud por series o libros, ni perrito que les ladre. Y sin la pulsión de contarlo, que hasta el vacío ha sido descrito en cientos de libros. Miles de páginas.