El otro día andando por esta Málaga nuestra que tantas sorpresas puede depararnos (cuidado a ver si un nota le tira un petardo) di en ver la calle Palestrina. Sí, Palestrina, no Palestina. Palestina es otra, donde estaba antes la Ser, que progresó y se fue a Teatinos. También estaba la Gerencia de Urbanismo, que con tanto lío y tanto expediente buscó mejores aires. Mudose a un edificio moderno que da al mar, por ver si de mirar el Mediterráneo diseñaban una ciudad más habitable. Antes, los expedientes se perdían en la Gerencia de urbanismo. Ahora es el usuario el que se pierde en tamaño edificiote, que tiene que tener más pasillos que la Casa Blanca.

Palestrina. Es una mini calle, un callejoncete con su encanto y desencanto, sin más historia ni mucha utilidad. Salvo para los que viven allí, claro. Si es que vive alguien. Portal creo que no hay. Podría optar a ser una de las calles más cortas de Málaga en dura competencia con la calle Cilla, la calle Pito o la calle Espino, todas ellas en el callejero malacitano. La calle Palestrina, que es una localidad italiana cercana a Roma y también el apellido de un compositor de música sacra, es una bocacalle de la avenida de Carlos Haya, cerca del número 25. Ahí está la pobre, sin hacer ruido. Podría ser la presidenta del sindicato de calles a las que nadie les dice ni mu. Nadie glosará nunca su historia ni se citará en ella ni irá allí a tomar el aperitivo o fornicar o andar en bicicleta. Mu. No es de paso. Se diría irrelevante, tal vez por eso me fijé en ella. En eso consiste la multitarea. Se fija uno en las últimas zarandajas de Trump, en el rampante secesionismo, en los tuits de un prescriptor de libros o naranjas y en las calles.

O no, porque a veces va uno pensando en versos de Celaya, en cómo hacer un arroz con atún o en dónde irán todas esas corbatas que ya nadie se pone y no se fija en las calles. Una vez andando por la Quinta Avenida de Nueva York me despisté tanto que acabé en Harlem y pensando en París. De resultas, no pude escribir nada sobre la Quinta Avenida, que aunque está ampliamente glosada bien podría producir en mí alguna sensación medianamente original (lo dudo) que trasladar a un folio. Así que para una vez que me he fijado bien en una, escribo un artículo. Cosas más raras se han visto. Nadie podrá decir ya Palestrina no tiene quien le escriba. Tendré que volver, no obstante, no vayan a barrerla, se me quede anticuado el artículo y algún lector tenga que decirme calle, hombre, calle.