Predicamos a todas horas que el fin no justifica los medios, pero eso funciona más bien como un exorcismo. Hace días coincidía el entierro con todos los honores de Martin McGuinness, ex jefe militar del IRA, y el juicio contra el superterrorista Carlos, El Chacal, que sigue siendo un maldito, casi el maldito por antonomasia. Los dos practicaron el terror, o sea, matanzas a veces indiscriminadas para meter miedo a sus adversarios de nación, religión o clase, y de paso a la gente en general. Pero la causa de los patriotas irlandeses era comprendida por el mundo bienpensante, y la de la revolución mundial no, además de haber resultado un completo fracaso. Por otra parte el primero se enmendó y el segundo no. Al final no acaba contando la perversidad de los actos, sino el fin que persiguen sus autores y/o el arrepentimiento. Así que el fin justifica los medios, y el mea culpa los redime.