Como en un teatro, en el que se representa una tragedia griega, todo está montado: la escenografía del Parlament, el libreto de los actores, que ya no podrán hacer otra cosa que proclamar lo que acordaron el 6 de septiembre bajo condición de seguro cumplimiento, las masas manejadas por las falanges civiles de Omnium y ANC en la calle, vigilando que nadie se salga del guión, y al fondo el coro griego, recitando el mantra ya cansino de los agravios, las ofensas, los votos que hubieran sido más, los golpes, los heridos. Millones de catalanes, a través de las imágenes, experimentarán una catarsis, una purificación que redime sus males y de la que saldrán renacidos. Hace ya mucho que Catalunya se ha entregado a un destino trágico, que supera la voluntad de sus propios actores. Mucha suerte tendremos todos si no acaba en drama. Como con la doble lengua habitual dijeron los obispos, a rezar.