Hace ahora una década que se inauguró la estación marítima de cruceros en el nuevo dique de levante. Culminaba un ambicioso proyecto de reorientación portuaria en el que el Ayuntamiento impuso que su construcción apenas tuviese altura. El resultado fue que casi no se ve desde ninguna perspectiva lejana; así de oculto queda entre las infraestructuras portuarias. Y me pareció una decisión acertada. Supongo que los argumentos urbanísticos que se utilizaron en la defensa de dicha postura son -en gran medida- los mismos que defendemos muchos que estamos ahora en contra del proyectado hotel del puerto. Sin embargo, al cabo de diez años, nuestro Ayuntamiento, ha variado 180 grados su postura convirtiéndose en un gran abanderado de la violación del paisaje de Málaga. Porque como una violación a nuestra identidad -el paisaje forma parte importante de la misma- sentimos muchos malagueños el proyecto de torre hotelera en el puerto. Y no hace falta insistir mucho en lo importante que son los sentimientos de una población como se evidencia en Cataluña.

Ya expuse en uno de mis anteriores artículos que la empresa promotora no es una empresa hotelera de trayectoria internacional reconocida. Recientemente una nota de prensa de Andalusian Hospitality II -promotora del hotel- decía que dicha empresa inversora «ya ha iniciado los contactos con los principales cadenas especializadas del mundo para estudiar los detalles de la explotación hotelera». Es decir que se ha planteado un proyecto inmobiliario por una empresa que no es hotelera y que pretende ´vender´ la explotación hotelera de esa torre a terceros. Y lo hace sin saber si la estructura y el diseño del hotel proyectado se adapta a los ´modelos´ empresariales de las potenciales cadenas explotadoras que lógicamente difieren unos de otros. O mejor dicho, con un diseño condicionante del tipo de hotelería que pudiera adaptarse al mismo, y que responde al modelo de ´hotel jaula dorada´ al que me referí en otro artículo en estas mismas páginas (12/7/2017).

Añadía la nota de prensa: «De este modo, Málaga contará con una oferta que le permitirá ingresar en el club de ciudades del mundo con alojamientos de cinco estrellas de gran lujo». Estupendo. Pero más allá de su construcción, ¿existen garantías razonables del éxito y continuidad de ese negocio hotelero? Al final, si fracasara como tal, la solución consistirá en la ´residenciación´ del edificio para viviendas u oficinas, o en rebajar la categoría del hotel, porque -¡claro!- no se va a dejar vacío y que se deteriore. En cualquier caso se desvirtuaría ´el gran lujo´ del proyecto.

¿Cuál es el tipo de ciudades que integran ese club? En primer lugar están las que tienen millones de habitantes que suelen coincidir con las que alojan numerosas sedes de grandes compañías. Es decir las que presentan una demanda potencial de alojamiento de alto nivel procedente del sector privado.

Otras ciudades del club son las que acogen administraciones importantes: capitales estatales, sedes de organismos internacionales, etc., es decir donde existe este tipo de demanda turística ligada al sector público.

Finalmente, también se instalan este tipo de hoteles en zonas o enclaves turísticos de ´alto standing´, como Marbella y sus alrededores, que atraen a selectos estratos sociales ´de gran lujo´.

Es evidente que Málaga no encaja en ninguna de esas categorías. Lo único novedoso que puede ofertar es su reciente éxito cultural. Pero ¿tiene la dimensión suficiente para mantener la atracción de una demanda turística de ´gran lujo´? Conviene no olvidar que el éxito malagueño está basado en el eco mediático de las franquicias museísticas (Thyssen, Pompidou, Museo Ruso de San Petersburgo) además del Picasso obviamente. Ni que el atractivo de las marcas museísticas se está extendiendo por todo el mundo con franquicias e instalaciones muy potentes. Por ejemplo, el Hermitage está en Ámsterdam y también proyecta abrir en Barcelona en 2019; o el fantástico Museo del Louvre recién inaugurado en Abu Dhabi y el no menos impresionante proyectado para acoger otro Guggenheim en el mismo lugar. Y habrá otros muchos ejemplos en ejecución o proyecto que, con seguridad, ensancharán esa tendencia dando lugar a la aparición de nuevas ciudades competidoras en este mercado de turismo cultural; porque son decenas de miles las obras de arte que se almacenan en los grandes museos sin ser expuestas. Las franquicias permiten exponerlas y generar una rentabilidad adicional al museo matriz.

Los demás atractivos de Málaga, giran alrededor de la experiencia de nuestro clima y modo de vivir de los malagueños. Sin embargo, los turistas de gran lujo, potenciales clientes del hotel del puerto, son personas acostumbradas a ambientes de ´exclusividad´ por lo que ni les atraerá ni valorarán la ciudad que apenas se beneficiará del mismo. La única auténtica exclusividad serán las vistas sobre la ciudad.

Al estudiar el fracaso industrial de Málaga en la segunda mitad del XIX, Juan Antonio Lacomba dio una explicación muy convincente de sus causas que viene al pelo del peligro que avizoro en este proyecto. Decía el historiador y Medalla de Andalucía: «Porque la realidad social no casaba con la realidad económica de la época. Se levantó una industria de vanguardia sobre una sociedad muy atrasada y eso no ajustaba. La modernización social es un proceso muy complicado y largo de desarrollar».

Traducido ese argumento al tema que nos ocupa significa que construir ese hotel -esa vanguardia de la hotelería de gran lujo- no encaja en la realidad social y turística de Málaga. Acceder a ese tipo de turismo no se consigue simplemente con la construcción de un hotel. Es un proceso largo, complicado. Y la prueba parece estar presentándose en el Miramar.