No creo que sea mera casualidad lo de la fraternidad, la empatía, la caridad, la misericordia, la compasión, el amor, los mejores deseos de felicidad para el prójimo..., durante las fechas navideñas. Más bien parece una conspiración bien estructurada, como la judeo-masónica, a la que se refirió el general bajito aquel que fue proclamado por aclamación, como Atila, y por decreto orgánico. Entonces, todo lo orgánico dimanaba de un constructo denominado democracia orgánica. Antojo del general aquel para el que todo lo orgánico iba a misa. Recuerdo que en aquellos días se contaba un chiste sobre lo orgánico, que ahora no recuerdo. Solo recuerdo su desenlace: ¡lo orgánico es orgánico porque me sale a mí de mis órganos! Sí, así concluía... Palmario. Aunque nunca comprendí bien aquel chiste, ni acerté a verle la gracia, pese a que algunos se desternillaban con él.

Pues eso, que cada vez estoy más convencido de que las fiestas navideñas traen consigo una variada colección de vigorexia múltiple. Nuestra compasión, nuestra caridad, nuestra misericordia, nuestros mejores deseos en general, terminan afectados por la particular vigorexia de cada uno. Las agujetas, que en terminología médica, cuando aluden al dolor muscular diferido se denominan mialgia o miodinia, cuando trascienden la medicina y asumen el papel de metáforas, alcanzan todos los aspectos de nuestra vida, especialmente en las fechas inmediatamente posteriores a las fiestas navideñas. La miodinia afecta dolorosamente a nuestros músculos cuando los sometemos a un ejercicio no habitual. Las agujetas, como metáfora, van más allá y comprometen nuestro corazón emocional y nuestro cerebro emocional, siempre por las mismas causas: sobrecarga por falta de entrenamiento.

La recua de buenos deseos que repartimos a mansalva durante la Navidad, sin más intención real que la de unirnos al sonsonete del villancico de turno, afectan drásticamente a los bíceps de nuestros sentimientos, a los dorsales de nuestro cerebro y a los pectorales de nuestras emociones. De hecho, aún no han terminado estas fiestas y ya es notable el efecto en la calle. La gente tose y se retuerce por las dolorosas agujetas en los serratos de su entendimiento o tropieza, incluso levemente, y se echa a morir por el indescriptible dolor por las agujetas en los cuádriceps de su comprensión.

Anteanoche, sin ir más lejos ayudé a una dama de buen ver que casi entra en coma por el insoportable dolor que le producían las agujetas en los bíceps femorales de su felicidad. Todo inició por un ataque de risa que le tensó los músculos de sus buenos deseos más allá de lo que están habituados durante el año y, claro, ocurrió lo que ocurrió. La señora reía y reía y su hipertrofia muscular casi la lleva a un fatal desenlace. Felizmente, una ambulancia que pasaba por allí entró en acción y le inyectó un chute de normalidad de la de todo el año que contrarrestó los perniciosos efectos del sobre esfuerzo muscular de los buenos deseos navideños practicados sin entrenamiento previo.

Uno, que para ciertas cosas es muy búho, porque se fija mucho, lleva años recomendando a sus más allegados que asistan al gimnasio de los buenos deseos y que entrenen durante todo el año. Dedicarnos a hacer tumbing con la empatía, la caridad, la fraternidad, la misericordia..., durante cuarenta y nueve semanas convierte nuestros mejores deseos concentrados en las tres semanas de fiestas navideñas en un ejercicio de altísimo riesgo por sobrecarga. Yo mismo he caído en la trampa este año.

Durante el pasado año entrené a tope mis actitudes empáticas y mis mejores deseos, pero la misericordia se me resistió recurrentemente. Y, claro, las agujetas en los abdominales de mi misericordia comparecieron para retorcerme de dolor anoche. Demasiada sobrecarga sobre la capacidad muscular de mi misericordia esta Navidad, sin el pertinente entreno previo. Un simple estornudo inesperado me bastó para constatarlo. Fue estornudar y el músculo recto abdominal de mi misericordia quedó literalmente bloqueado por unas intensísimas agujetas. A punto estuve de perder el sentido.

Presupongo, amable lector, que usted también andará sobrado de agujetas varias. Por ello, no lo dude, asuma el compromiso formal de entrenar rutinariamente este año. Dedique una hora al entreno tres veces a la semana y verá cómo la agujetas posnavideñas serán historia el año próximo. Además, créame, ejercer nuestros mejores deseos durante todo el año mola más que ejercerlos solo en Navidad. Pruebe, pruebe y verá...