Igual que años, estaciones, meses, días, con su circularidad en la que nada es nuevo, uno se repite, y ya otra vez hablé del instante en el que, paseando con un viento frío, el sol saliendo y yéndose, y un cielo que por momentos es azul o gris plomizo (o las dos cosas), el vuelo de una granitos blancos hace pensar en semillas de la primavera, hasta que resultan ser de nieve. Momentos equívocos, como el de la jovencita en la que conviven ortodoncia y piercing, o el de los primeros brotes en el rebollo junto a las hojas secas que no han acabado de irse. Son azares de la propia circularidad: la línea que cierra el círculo a veces pisa la raya del comienzo. Como basso continuo, los signos de la permanencia: así, pajaritos (o sus hijos o nietos) que están en el lugar donde los hemos visto, u oído, hace mucho; en este caso un cuarteto: agateador, carbonero común, pinzón (varios), carpintero.