La razón de que se asocien las flores a los libros, y al revés, y ferias y fiestas de libros florezcan sobre todo en primavera, puede deberse a la naturaleza vegetal del papel, o, también, a la asociación de la creatividad con el resurgir de la vida. Sin embargo, a decir verdad, son mucho más fértiles, literariamente hablando, la tristeza y la melancolía. Por otra parte la feracidad de la producción literaria genera bastante maleza y hojarasca. Para evitar esa proliferación, Nietzsche, siempre tan bárbaro, proponía que se considerara al escritor un malhechor que sólo en casos contados merece la absolución. El problema está en el acierto del juez que, en cualquier arte, condena o absuelve. Nietzsche condenó a Wagner a los infiernos (después de haberlo amado tanto) y adoraba a Bizet, asistiendo decenas de veces a su opera Carmen. Él mismo es adorado y condenado a partes iguales, aún hoy.