El Lunes Santo fue calcado al Domingo de Ramos: tuvo dos partes bien diferenciadas. La primera, desde el mediodía hasta las seis de la tarde, un tramo en el que llovió intermitentemente, pero lo suficiente para dar al traste con las ilusiones de muchos cofrades; y la tarde noche, cuando Dolores del Puente y Estudiantes, tras retrasar media hora sus respectivas salidas, firmaron magníficas estaciones de penitencia con buen tiempo y miles de personas en la calle. Fue un bello epílogo.

Dolores del Puente | Silencio en Santo Domingo

La hermandad de Dolores del Puente debía hacerse a la calle a las ocho menos cuarto, pero sus previsiones no eran tan malas como las que tenían las primeras hermandades de la tarde. Aún así, en consonancia con el resto de corporaciones, retrasaron su salida media hora por si acaso. La permanente decidió salir tras reunirse antes del desfile, y así lo hicieron. Cuando las puertas de Santo Domingo se abrieron, ya no había ni nubes, sólo miles de personas esperando al Cristo del Perdón y la Virgen de los Dolores. La hermandad, perfectamente formadas todas sus secciones en las inmensas naves del templo, inició el recorrido con la Banda de Cornetas y Tambores Santa María de la Victoria interpretando Cristo del Perdón. Luego, decenas de nazarenos con el tradicional hábito negro se derramaron por la plaza de Fray Alonso. El Señor del Perdón, escoltado por Dimas y Gestas, ganó la puerta con Plegaria al Cristo del Perdón, interpretada por la Banda de Música Maestro Eloy García. Ya fuera, Oremos. Silencio sepulcral para ver el majestuoso paso de un trono que lleva a uno de los grupos escultóricos con más fuerza de la Semana Santa malagueña.

La imagen de la Virgen de los Dolores avanzando por una de las naves de Santo Domingo es, sencillamente, espectacular por la austeridad y el recogimiento que la rodean. Con la Banda de Música de la Virgen de la Esperanza detrás, la Señora de Santo Domingo ganó la puerta con la Salve Marinera. Incluso, los hombres de trono se recrearon meciendo a la imagen en el dintel de la puerta. Ya en la calle, la banda interpretó Dolorosa del Puente. Otra vez el silencio y tímidos aplausos a medida que el trono avanzaba dulcemente entre miles de personas.

Estudiantes | Gaudeamus Igitur

La casa hermandad de Estudiantes se quedaba pequeña cuando comenzaban a entrar los hombres de trono. Jóvenes elegantes y rebosantes de felicidad, después de oír a su hermano mayor decir que a las 19.30 horas salían. Ya habían llegado el rector de la Universidad, profesores y otras autoridades. Deseaban una noche espléndida y Francisco Pineda, el párroco que ha visto nacer y crecer a la corporación, pedía a los hermanos que hiciesen un esfuerzo para que la estación de penitencia fuese un testimonio de fe cristiana. Era el momento de colocarse bajo los varales y empezar con el rito de cada Lunes Santo: levantar los tronos del Cristo Coronado de Espinas y la Señora del Gracia y Esperanza para entonar su himno distintivo , Gaudeamus Igitur.

Se retrasó un poco más, unos quince minutos, pero finalmente el titular de Estudiantes apareció en Alcazabilla, delante del Teatro Romano, y volvió a sonar su seña de identidad mientras las miles de personas allí congregadas tarareaban la letra, que enganchaban con aplausos. Tras él, la Banda de Música de la Expiración y largas filas de capirotes verdes. Unos minutos más tarde asomaba la Virgen de Gracia y Esperanza, que solo necesitó calas y rosas para lucir magistralmente en su trono. Se adentraban así los dos titulares por la calle Císter, donde la hermandad del Sepulcro, como es tradición, les recibía. La Banda de Música de Julián Cerdán, de Sanlúcar de Barrameda, que acababa de interpretar Virgen de los Estudiantes, despertó repentinamente la atención del público, cuando una joven realizó un solo de flauta que se ganó el silencio de todos los presentes.

Una gran cantidad de pétalos caían sobre las imágenes desde los balcones y sin descanso alguno comenzaba a sonar de nuevo el Gaudeamus, un gesto que volvieron a agradecer con aplausos y más aplausos.

Así discurría el desfile, sin preocupación alguna por la lluvia y con total normalidad. Rosas, iris, diatrix y limonium lilas, cuidadosamente colocadas a los pies de Jesús sedente con su coronación de espinas, formaban parte del adorno floral de un trono que ya se acercaba a la Catedral.

No tuvo que modificar su recorrido, ni tampoco presentó grandes novedades. Solo estrenó acompañamiento musical tras la cruz guía, la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestra Señora de la Caridad de Vélez, y una marcha donada por Francisco Grau, Hombres de trono, para el Señor de los Estudiantes.