Desde el banco oigo, a lo lejos, el retumbar de los tambores y el toque de cornetas que lo acompañan y acercan. Se intuye su presencia, los que esperamos dentro de la Catedral apreciamos la grandeza del templo que se prepara para el momento cumbre en el que tras abrirse la gran puerta, la traspasa Jesús acompañado de su Madre.

El incienso, las luces de los cirios de los penitentes, el sonido de los pasos de los hombres de trono que caminan entre el silencio y el recogimiento, me hacen recordar que desde pequeño, cuando solo las Cofradías de Viñeros y Pasión hacían allí su estación, siempre he estado presente junto a mi padre.

Desde entonces y hasta hoy, sigo sintiendo su compañía en esos momentos. Es mi gran encuentro con él en nuestra gran cita, a la que nunca falta.