­Reconocía la pregonera que se había puesto a escribir y que cuando quiso darse cuenta, tuvo que empezar a resumir. Con su pregón, en realidad, podría haberse hecho una trilogía. Fue largo, dos horas menos cuatro minutos para ser exactos, pero nadie podrá decir que Ledesma no cumplió con la misión que se le había encomendado con un texto pegado al terreno y dedicado a los jóvenes, en el que redefinió el papel de los cofrades en el siglo XXI, basado en la vocación de servicio y en la caridad. Caridad, este fue el hilo conductor de todo el discurso de una «cofrade necesaria», como la describió Antonio Banderas en su presentación.

Con un Cervantes lleno, como siempre, con la presencia de destacados cofrades y de las principales autoridades de la ciudad, con el obispo, Jesús Catalá, y el alcalde, Francisco de la Torre a la cabeza, la Joven Orquesta Provincial de Málaga protagonizó un concierto de marchas procesionales entre las que destacó la versión orquestal de la marcha Cristo del Amor, estreno anoche, y por la que su autor, Francisco J. Moreno, incluso tuvo que salir a recibir los aplausos del público. Estremecedora. Impresionante. Tras el saludo protocolario salió Banderas, cumpliendo su palabra, que se ajustó a los cánones y realizó una presentación estricta y muy cariñosa de Ledesma. El escenario, hasta entonces, permanecía en negro, salvo dos especie de tinajas de esparto, con liliums blancos y lirios morados, en la esquina.

Pero el decorado iba cambiando continuamente, conforme avanzaba el pregón, con un juego de luces incesante, en distintos colores combinados con criterio, y símbolos proyectados en el fondo, en alusión a los temas a los que hacía referencia la pregonera: el Papa, la eucaristía, la corona y el cetro, la cruz... La cruz fue protagonista, sin duda, y subió al escenario siendo portada por una docena de jóvenes actores secundarios vestidos de blanco que primero fueron marengos y después nazarenos. La cruz y la caridad, en letras grandes, blancas y mayúsculas. ¿Nada más? ¡Genial!

Con una voz que fue afianzando, la pregonera fue exponiendo las líneas maestras, con pinceladas de brillantez, pero sólo eso. Hasta 40 veces le aplaudió el público, condescendiente y benévolo, porque la pregonera también lo buscó. Buen ritmo. Sin errores. Cristiano.