La Semana Santa tiene muchos contrastes y, si hay un día que es el contrapunto del resto, ese es el Viernes Santo: un día de recogimiento, de oración, de demostrar con el silencio el respeto al Cristo que ha muerto y que, en breve, habrá de resucitar, de acompañar a una Madre traspasada por el dolor. Es un tiempo también para la introspección personal, para sopesar, para valorar y para pedir por uno mismo y por los demás. Todo eso es el Viernes Santo y eso es lo que hicieron ayer por las calles de la ciudad Dolores de San Juan, Santo Traslado y Descendimiento, vías que, por cierto, volvieron a estar llenas para seguir el penúltimo día de desfiles penitenciales.

Dolores de San JuanRuán y esparto de penitencia

Golpes secos en la puerta de la iglesia de San Juan y el templo se abrió puntual, a las 17.35 horas, para la salida del cortejo de la Archicofradía de los Dolores. Silencio, incienso, música de capilla, el canto de las monjas del convento de las hermanas de la cruz. Pies descalzos. Cruces de madera a los hombros de los nazarenos, rosarios colgando, ruán negro y esparto ceñido. Dolores de San Juan se puso en la calle con una procesión medida y pensada, como es habitual en esta archicofradía, donde el sentido nazareno y cofrade está muy desarrollado.

El mensaje del Viernes Santo se encuentra en cada detalle de la procesión, aunque se resume perfectamente en sus advocaciones titulares de Redención y Dolores. La entrada en la Alameda era puntual y entonces el cortejo enfilaba la Catedral, sobre las 21.00 horas.

Antes había vivido una salida procesional en completo silencio desde San Juan y sólo rota por una saeta desde un balcón. La música, en varias vertientes, era el único ruido que se atrevía a romper el silencio de la procesión. Quizás el golpeo de los bastones en el suelo de los mayordomos del cortejo. Pero poco más. La capilla musical, con sus suaves melodías, casi tímidas, aportaban la atmósfera perfecta. Ni siquiera la campana del trono sonaba estridente, ni las órdenes de los capataces elevaban el tono. Eso habla mucho de cómo de trabajada está la procesión, donde la personalidad de la archicofradía se hace muy presente.

El encuentro con las monjas de las Hermanas de la Cruz, con el canto de las religiosas a la Virgen de los Dolores a través de las rejas de la ventana, es otro de los momentos en que se rompe el silencio. Otra vez música. Otra vez suave. No hay aplausos, ni comentarios. Sólo silencio cuando se acaba el canto y el crujir del trono al avanzar.

El cortejo de nazarenos adquiere además una nueva dimensión. La Archicofradía de los Dolores tiene claro que los nazarenos son penitentes y como tal actúan. No dan cera, no dan la mano, no hablan, no se salen de las filas. La penitencia es anónima, pero la conducta se hace pública en la procesión.

DescendimientoContención

La hermandad del Descendimiento hizo ayer su estación de penitencia en una tarde muy calurosa y, aunque su desfile procesional siempre es ejemplo de devoción y recogimiento, muchos hermanos tenían ayer en la cabeza que el principal estreno de este año ha sido la primera piedra de su casa hermandad,que se puso el pasado Sábado de Pasión. Posiblemente en 2017 el edificio está terminado y la cofradía del Hospital Noble pueda salir, en su próxima estación de penitencia, desde el interior del mismo. Todo dependerá de cómo marchen las obras. De cualquier forma, ayer, a eso de las cinco de la tarde, dos timbales roncos abrían el cortejo siguiendo a una sencilla cruz guía escoltada por cuatro faroles.

La hermandad se dirigía al Ayuntamiento para pedir la venia y poder procesionar frente a la Casa Consistorial. Precisamente este es uno de los enclaves preferidos por el público para seguir el desfile, porque los jardines y la Alcazaba de fondo envuelven con misterio y elegancia al trono cuyo grupo escultórico relata el Descendimiento. Túnicas negras, capirotes blancos y cíngulos de esparto conformaban el atuendo de los nazarenos, que daban ejemplo de contención en su estación de penitencia. Con el Señor ya acercándose al Consistorio, la Banda de Música de la Cruz de Humilladero interpretaba Nazareno de la Salutación, una pieza preciosa y señorial que fue repetida varias veces, ya que envuelve al trono de un misticismo difícil de superar y acompaña en un día tan señalado como es el Viernes Santo. Tras la Virgen de las Angustias, la Banda de Música de las Flores, que, para entrar en el Parque interpretó la marcha Macarena y, poco después, Santa Cruz.

Santo TrasladoViernes Santo popular

Lo popular no está reñido con lo serio. De eso sabe la cofradía trinitaria del Santo Traslado y Soledad de San Pablo, que sabe conjugar su carácter familiar y vecinal, con la seriedad requerida para un Viernes Santo. Además, es la única cofradía que conserva elementos característicos de una Semana Santa ya perdida y añeja, lo que hace que su procesión sea muy especial.

Sandalias, centuria romana, escapularios y fajín ciñendo la cintura. Elementos que le dan una personalidad y elegancia propia y nos retrotrae a las procesiones de hace un siglo. Incluso la cruz guía, neogótica que hace un guiño a San Pablo, se ajusta perfectamente a una estética que no debe desaparecer.

La cofradía, no obstante, ha sabido renovarse sin perder esa esencia. El cambio del grupo escultórico que acompaña al Señor fue todo un acierto, incrementando la calidad de las obras y el sentido evangélico de la escena que representa. Las bandas de la cofradía del Cautivo acompañaron este cortejo, en un ejemplo de hermanamiento entre las dos entidades. La Banda de Cornetas y Tambores Jesús Cautivo abrió el apartado musical con la marcha Santos Varones en la salida, para continuar con Mi plegaria junto a la casa hermandad de la Salud, donde sus titulares esperaban el paso del cortejo para el traslado.

El trono de la Soledad de San Pablo fue acompañado por la Sinfónica de la Trinidad, que interpretó tres grandes marchas en la Trinidad: Santo Traslado, Virgen del Valle y Soledad de San Pablo. La primera y la tercera son de Miguel Pérez, que le ha compuesto a esta cofradía dos de las grandes piezas musicales cofrades a esta cofradía.

Antes, una saeta de Araceli Gómez dio la bienvenida a la Virgen en la calle Trinidad, que estaba abarrotada de público. Curiosamente, el público cambiaba al salir del barrio. Del calor familiar de la calle Trinidad se pasaba al habitual de las procesiones, menos cercano quizás, pero igual de anhelante.