El silencio se hace en la ante bulliciosa calle San Juan. Las campanas de San Juan tocan a difuntos, con ritmo cadencioso, lento, alternando graves y agudos. Desde el interior de San Juan van saliendo filas ordenadas de nazarenos vestidos de ruán negro, cinturones de esparto y portando cirios rojo. Es la sección del Cristo de la Redención, que va tomando la calle con su silencio e imponente estampan de sus nazarenos. Y es que la Archicofradía de los Dolores de San Juan es una entidad nazarena, en el sentido más literal de la palabra. El nazareno se sabe importante, clave, en la concepcion de la hermandad en la calle.

Las secciones se van ordenando alrededor de las piezas de enseres que cuenta en su patrimonio. No es extenso, pero sí muy cuidado y de gran coherencia estética con todo el conjunto. La capilla musical se encarga del acompañamiento de los tronos con suave melodía, mientras que estos parece que andan solos. Lo cierto es que cuentan con un grupo muy trabajado de portadores, además de capataces conscientes de dónde están, que no dan las órdenes a gritos, sino hablando con los portadores.

Uno de los estrenos de la Semana Santa es el nuevo manto de la Virgen de los Dolores, una espectacular pieza diseñada por Fernando Prini y ejecutada en el taller de Manuel Mendoza. Los últimos rayos de sol de la tarde hicieron brillar al bordado, cargado de símbolos marianos.

El caracter de una cofradía no se crea de la noche a la mañana. Se va perfilando con el paso de los años y eso el público lo sabe. Tanto el Cristo de la Redención como la Virgen de los Dolores fueron recibidos por una saeta. A su término siempre hubo alguno que otro aplauso, pero la mayoría del público de Málaga sabía a lo que iba y reclamó silencio.

Tras recorrer la calle San Juan, el cortejo se fue a la plaza de Arriola? Allí esperaban las monjas para cantarle a la Virgen de los Dolores mientras el público guarda un silencio suplo atronador.