Jesús del Santo Sepulcro y la Virgen de la Soledad realizaron ayer una gran estación de penitencia en una tarde repleta de público. Este año, la gran novedad era el nuevo trono de la Virgen de la Soledad, que se ha plateado al completo en los talleres del orfebre sevillano Emilio Méndez a lo largo del último año, además de serles sustituidas varias piezas de fundición por otras de mayor calidad material y artística. El silencio reverencial fue la tónica predominante al paso del trono por las calles.

Dos tambores roncos precedían al cortejo, formado al completo en la Abadía cisterciense de Santa Ana, sede canónica de la cofradía. En la casa hermandad de calle Alcazabilla no cabía un alfiler. Este año, el trono del Señor lucía un lazo negro en la campana por la muerte de un antiguo responsable de protocolo de la hermandad fallecido recientemente y un portador que perdió la vida en mayo. Los primeros toques de campana fueron dedicados a ellos.

Luego, el Señor se hizo a la calle con la Marcha Fúnebre, como cada año, trazando una deliciosa curva de salida. Además, durante el recorrido se interpretaron también la marcha dedicada a este Cristo y una nueva de carácter fúnebre, Pasionaria, para entrar en la calle Carretería, una prueba que salió de diez. El interés de la cofradía es seguir añadiendo marchas de carácter solemne y fúnebre poco a poco, por lo que se harán más pruebas.

La Virgen de la Soledad lució imponente en su trono con un exorno floral magnífico. Fue acompañada por la Banda de Música de la Esperanza, una agrupación que cada año crece en calidad y cantidad. Sus notas y el gran trono de la Virgen de la Soledad, recién restaurado, llenaron las calles de la ciudad, un auténtico galeón de fe de nuestra Semana Mayor. No en vano, Emilio Méndez, el orfebre, también dio toques de campana de honor en el trono de la dolorosa.