El 30 de noviembre de 2014 es una fecha que jamás olvidará Pastora Soler. Actuaba en el Teatro Cervantes cuando, de repente, se bajó del escenario: un irrefrenable ataque de pánico escénico había podido con el cuerpo y la mente de la sevillana. Y con su garganta: se quedó sin voz. Su marido, el malagueño Francis Viñolo, tuvo que salir al escenario para explicar al público que Pastora no podía más. Unos días después la querida cantante anunció su retirada temporal de los escenarios y los estudios discográficos. Afortunadamente ya ha regresado a la vida musical, y hoy, en acto de justicia poética, de autorreivindicación, actuará en ese mismo Cervantes que la vio llorar hace tres años. Y hay ganas de verla y oírla: las entradas llevan agotadas varias semanas.

Hace unos días, en el programa Mi casa es la tuya de Bertín Osborne, la cantante explicó con detalle todo el proceso que padeció y cómo ha conseguido con ayuda de profesionales recuperarse. «Tengo una imagen de meterme debajo de una mesa entre bambalinas y si hubiera habido algo allí debajo me hubiera quitado la vida», contó.

Pero todo eso ya ha terminado. El pasado 15 de septiembre la sevillana lanzaba su nuevo disco La Calma, que tuvo una gran aceptación por parte del público y que se convirtió en Número 1 en ventas tras su lanzamiento. Un disco con un total de 11 canciones donde Pastora canta al amor, al desamor, a la reconciliación, a la vida e, incluso, a su propia hija, Estrella, que concibió al poco después de romper su agenda de compromisos y se convirtió, de nuevo, en Pili Sánchez (su nombre real).

Es, claro, un canto a la vida. Porque como la propia Pastora Soler asegura: «Ni los psicólogos ni la autoayuda; la vida es lo que me ha ayudado estos años». Una vida que, dice, le ha ayudado también artísticamente, a enfocar su voz de otra manera: «He aprendido que no tengo que estar todo el tiempo arriba, yéndome a notas imposibles. La vida te hace cantar de otra manera, más con el alma y el corazón».