Imagine por un momento uno de esos cabildos rutinarios, donde el punto más inquietante del orden del día es acordar una fecha para la celebración de la exaltación a la alpargata, que tradicionalmente se celebra en conmemoración del quincuagésimo tercer sigloversario de la vinculación de la hermandad con el gremio zapatillero. Entre las fechas propuestas, el 14 de marzo parece tener un mayor número de adeptos a falta de la votación definitiva. Justo en el momento de dar carpetazo a la democracia que hay fútbol y he quedado, emerge una figura entre las sombras, se cierne la oscuridad sobre la sala. Lo que a todas luces podría parecer una mera formalidad, muta en tragedia de las de pasodoble a la pena gorda y mucho pañuelo. A los sones de la marcha imperial, una voz profunda y tenebrosa proclama cortando el viento: «Según el artículo 2496.8 ningún acto de la cofradía puede caer en meses con m y días múltiplos de 7. ¡So pedazo de herejes!». Sudores fríos y caritas de mal cuerpo recorren la sala. «Guasaps» a la familia «cambia la comunión del niño que para mayo no hemos terminado», llamadas al abogado dictando testamento por si no se llega a tiempo... Don Estatutos ha hablado.

Don Estatutos lleva los ídem en la cabeza, el móvil y dos copias en la cartera para velar siempre por su cumplimiento. Se sabe cada uno de los artículos de memoria, en orden alfabético, numérico, o a voleo. En ese documento que usted no ha tenido la precaución de leer, cual si número de aparcamiento de Currefur se tratase, todo está recogido, desde con qué pie debe entrar a la casa hermandad a la colocación exacta de las potencias del Señor siguiendo la línea del meridiano de Greenwich. Un compendio de normas que necesitan de un vigilante, ya que con seguridad usted incumple un 90% sin saberlo. De hecho, hay constancia que en la Baja Sajonia, allá por el siglo XVII a.C., se celebraban competiciones de salto de estatutos en diversas modalidades, recogidas por Trafjikovski en su libro Die Olimpik Statutem Volteretem Doblek Palomen Carpaden.

Por eso le ruego que no se moleste si alguna vez Don Estatutos le llama la atención o le corrige, lo hace por su bien. Y además, no hay nada más divertido que estatutos en mano, pillarle en un renuncio demostrarle a don ídem que él también se ha pasado los mismos por el arco de campana susurrando ¡ahí queó!