Hoy regresa a la televisión el programa que marcó un antes y un después en la pequeña pantalla. Hablamos de Gran Hermano, ese concurso de convivencia en el que una decena o más de ciudadanos dejan de ser anónimos para convertirse automáticamente en personajes catódicos a los que veremos llorar, reír, lavarse los dientes, cocinar y prácticamente cualquier otra acción que un espectador pueda imaginar.

Entre las novedades de este año, los concursantes podrán llevar una pareja, y serán perfiles «originales y nunca vistos», signifique eso lo que signifique. De hecho, cierto es que este 2014, cuando el programa cumple en etapas la edad de la niña bonita, Mediaset ha sido más hermética que antaño en dar pistas de cómo será la casa, las pruebas y hasta los aspirantes a ganar varios miles de euros.

Durante sus 14 ediciones anteriores (sin contar reencuentros ni los Gran Hermano VIP), el espacio que Mercedes Milá presenta y defiende como si de un hijo se tratase ha fijado su atención de manera habitual en Málaga para elegir los habitantes de la casa de Guadalix de la Sierra. Y es que en Gran Hermano ha habido mucho boquerón, algunos con mucha suerte, tanta como para llegar hasta el final e incluso ganar, y otros con menos, con abandonos voluntarios o rápidas expulsiones.

Silvia Casado fue la malagueña pionera de GH; tanto es así que ella ni siquiera fue a Guadalix, sino a Soto del Real, donde se celebró la primera edición del programa. Hablamos del año 2000, cuando a los espectadores se nos hacía creer que aquello era un «experimento sociológico» cuasi irrepetible. Silvia, la peluquera, pronto se fue a enamorar de un compañero y rival, el gallego Israel Pita, que resultó ser el segundo expulsado del programa. Y ella, por amor, decidió ir tras él de manera voluntaria al grito de «pues nos vamos los dos». Silvia continuó unida al universo de los hermanos de manera intermitente: participó en la película 'Gran Marciano' (rodada hace justo 14 años, en septiembre de 2000), concursó en GH: el reencuentro y quedó segunda junto formando pareja con Jorge Berrocal, y participó en el libro 'Mercenarios de la tele', donde contó su experiencia sobre realities al periodista Íñigo González, quien fuese compañero en el primer GH. Sí, Íñigo, el del polo verde.

Única ganadora. La primera y única malacitana ganadora del concurso vendría en su segunda edición. La rubia Sabrina Mahí consiguió con mucha discreción triunfar en la final del espacio de telerrealidad tras sufrir mucho por Ángel, un compañero de convivencia por el que bebía los vientos y con el que acabaría casándose. Su principal seña de identidad fue el evitar el conflicto a toda costa, y sus momentos más célebres fueron el hacerle el boca a boca a una gallina y el llorar detrás de un sillón, logrando así descubrir el único lugar sin cámaras que había en el programa. Aquel año también concursó el granadino Alonso Jiménez, que por entonces trabajaba en Puerto Banús como mozo de embarcaciones, y que también vivió un romance con una compañera, Mari.

Una vecina de Alhaurín de la Torre, Rocío Rodríguez, llegaría a Gran hermano 4 dispuesta a comerse el mundo. Tuvo un romance con el argentino Matías (¡qué gusta a un malagueño encontrar el amor en la televisión!), y luego tuvo una pequeña carrera como «famosa» que le llevó a presentar alguna que otra gala local. Aguantó en la casa 81 días y luego acabaría posando en Interviú, al igual que lo harían otras ‘grandes hermanas’ malagueñas años más tarde.

Si hubo una edición donde Málaga estuvo más que presente en el programa donde todo se ve y se oye, esa fue la séptima. Allí coincidieron tres boquerones: Javier Varela, un profesional del golf de Benalmádena; Sara de Lucas, una administrativa; y Raquel López, una desenfadada estudiante de violín que se enamoró perdidamente de Pepe, quien no le correspondió. Javier quedó finalista de esta edición que se retrasmitió a caballo ente 2005 y 2006, y Raquel López acabaría presentándose a Gran Hermano: el reencuentro, concurso que ganó junto al Pepe de su amores.

Dos temporadas más tarde, en GH9 aparecieron dos vecinas más de Málaga. La primera de ellas fue Rebeca, una jovenzuela que delante de las cámaras conoció a una hermana por parte de padre y a la que le pidió fuego nada más enterarse de que compartían genes. Rebeca no duró un asalto, y antes de finalizar su primera semana pidió abandonar voluntariamente. Algo avanzado el programa, el espectador descubría a la sensual Lucy, que entró tras un invento que fue bautizado como «chico de oro». Lucy era una cubana afincada en Marbella que encendió el fuego con algún compañero, pero que fue expulsada antes de que la leña ardiese.

En 2009, ya en la undécima temporada del concurso, Málaga llevó a la casa de Guadalix al terremoto Indhira. Una joven que se enamoró (una vez más) de un contrincante, Arturo, con el que pronto comenzó una extraña relación de amor, odio y mucho sexo por las esquinas. Su aventura se acabó cuando en un ataque de celos le tiró un vaso de agua a Carol, otra de las concursantes, y por ello recibió una expulsión disciplinaria. Indhira cogió gusto a ser una estrella televisiva y repitió en El reencuentro (que abandonó voluntariamente) y también se convertiría en tronista de 'Mujeres y hombres y viceversa'. De lo último que se supo de ella es que se había ido a Reino Unido a trabajar, y uno de sus empleos conocidos fue como dependienta de una cadena de comida rápida.

El último 'malaguita' de Gran Hermano fue Marcelo Ciriaco. Al igual que tantos predecesores suyos, el chico se enamoró dentro de la casa de GH 12 de Laura, con la que llegó a la final. Él quedaría en un tercer lugar, y ella ganaría su edición. Tras el final del programa, ambos estirarían el chicle de la fama protagonizando su propio reality web, Novios y residentes en Málaguita, aunque acabarían rompiendo y él desapareciendo de los medios.

Vinculados a Málaga. Además de todos los citados, otros tantos ‘hermanos’ acabarían vinculándose con Málaga. Tal es el caso de Sonia Arenas, quien abrió un bar de copas en el Bajondillo torremolinense llamado Shonia GH4 y en el que trabajaba además de ella su hermana, con la que formó un grupo musical. Ese arraigo a la Costa del Sol le sirvió para realizar bolos musicales en discotecas de la zona o presentar galas donde también perpetraba pequeños conciertos. Jorge Berrocal, del Gran Hermano primigenio también vive a día de hoy en Málaga según su descripción en las redes sociales, e Israel Pita, el que fuese pareja de Silvia Casado, dejó su Orense natal para vivir cerca de su entonces novia. Durante un tiempo regentó una tienda de ropa por calle La Unión, un negocio sofisticado que incluso tenía un disckjockey poniendo música a los clientes mientras estos realizaban sus compras. Tras el cierre del mismo, recondujo su perfil profesional hacia el sector de la sanidad y trabajó en un hospital de Costa como celador, aunque luego su vida laboral acabó por otros derroteros de los que poco se conoce.