­Los días han sido muy, pero que muy, completos. No hemos parado de visitar hospitales, escuelas, talleres, casas… Es muy difícil explicar lo que se está consiguiendo aquí gracias a la Fundación Vicente Ferrer, cómo se está sacando a muchísimas personas de la pobreza más absoluta, no sólo en cuestiones materiales, sino también mentalmente.

Las personas a las que ayuda la Fundación son de las castas más bajas, antes que llegarán nadie les ayudaba, y ni siquiera podían entender que ellos merecían ser ayudados. Ahora existen muchos colegios donde los niños aprenden y se forman como personas, escuelas para sordos, ciegos y demás discapacitados. Antes, a estas personas las familias ni siquiera les ponían nombre, ahora eso ha cambiado, los aprecian y los valoran.

Nuestra primera visita fue con Ana Ferrer al hospital y fue la más impactante. Todas las personas la saludaban con muchísimo respeto y hasta hubo gente que lloraba y se arrodillaba a sus pies.

Durante la visita nos explicaron todas las partes del hospital. La labor de muchísimos años empieza a calar en las personas y cada vez hacen más caso a los médicos y personal sanitario.

La cruda realidad El momento más conmovedor fue cuando fuimos a la sala de cuidados intensivos y vimos a una niña con dos coletas de unos cinco años con problemas pulmonares muy graves. Estaba consciente, te miraba y te sentía, pero los médicos, muy preocupados, atisbaban un fatídico desenlace.

También visitamos junto con Ana el lugar donde Vicente Ferrer fue enterrado. Es un sitio bellísimo. Ella nos explicó muchas cosas de él, lo que le gustaba esa zona, los espacios verdes y sencillos, cómo entendía él la vida... Aquí muchas personas veneran a Vicente como si fuera unos de sus dioses.

Inauguración del proyecto La inauguración de las casas que se construyeron gracias a proyectos anteriores a éste, la realizamos una tarde después de ver un proyecto de mujeres. Ver a todo el pueblo esperando tu llegada hace que las piernas te flojeen de emoción, te ofrecen lo poco que tienen: unos plátanos, unos cocos. Realizamos una puja con unos cocos para bendecir las casas y les dijimos a los que iban a vivir allí que fueran muy felices y que las personas, por muy lejos que nos encontremos en este mundo, nuestra naturaleza es la de ayudarnos y hacer las vidas más felices a los que nos rodean.

Estos días que hemos compartido con ellos quedarán imborrables en nuestros recuerdos y nunca nos olvidaremos de todo lo que aún nos queda por hacer aquí en la India.