Y al noveno, el Unicaja perdió. ¿Decepcionados, tristes...? Para nada. Orgullosos, muy orgullosos del equipo. Porque el Unicaja es eso, un equipo. En toda la extensión de la palabra. Al equipo -perdón por la reiteración- no se le puede achacar nada. Todo lo contrario. Hay que apoyar a muerte a los tíos que ayer en Moscú defendieron con pundonor y mucho baloncesto la camiseta malagueña y tuvieron al Universal Sports Hall con más miedo que en Halloween.

Lo dieron todo. Ante un rival mayúsculo, que cuadriplica el presupuesto del Unicaja, frente al CSKA de don Milos Teodosic, el cuadro de Joan Plaza dio la cara en todo momento, se sobrepuso a los arreones de los rusos y se llegó a poner, en los tres minutos finales de partido, a sólo cinco puntos: 86-81. Toolson la enchufó de tres y puso al Unicaja en órbita. Restaban 3:25 para el final. El equipo defendió bien, Fran reboteó y lanzó un contragolpe que iba a colocar al Unicaja a tiro de canasta. Pero... Vasileiadis perdió la bola cuando restaban justo esos tres minutos para la conclusión. Y ahí se acabó. El equipo perdió esa posesión y de situarse a tres pasó a estar 88-81, con canasta de Weems. Y luego, 90-81, tras otra de Fridzon. Hasta el definitivo 95-85. Y final de la historia. Se acabó la condición de invicto.

El Unicaja ya sabe qué se siente al morder el polvo. Lo había ganado absolutamente todo hasta ahora. Ocho de ocho, además de la Copa de Andalucía ante el Sevilla. Había dicho Plaza en la previa que la principal misión de sus hombres en Moscú era salir del pabellón siendo mejor equipo. Modestamente, yo creo que esa misión se superó con nota, con buena nota. En Moscú jugaron dos de las escuadras más en forma del básket europeo. Decir eso del CSKA es lógico. Pero meter en ese saco de la grandeza al Unicaja tiene mérito.

Porque no estaban ni Markovic ni Stefansson ni Suárez -viajó y se vistió, pero no jugó-. ¡Y cómo se les echó de menos! Fantasear ahora con lo que podría haber pasado con ellos pertenece al territorio de la ciencia ficción. Pero sí que parece lícito imaginar que con ellos en pista, el festival de Teodosic quizá hubiese sido diferente. El principal motivo por el que el Unicaja regresa hoy desde Moscú, directo a Barcelona para jugar mañana en Badalona (18.00 horas/Teledeporte) con la primera derrota del curso en la mochila, es por la tremenda exhibición de Teodosic. Markovic fue su lugarteniente en el Mundial de España, donde Serbia regresó al trono del básket internacional. ¡Que bien le habría venido ayer al Unicaja! Con el genial Teodosic campando a sus anchas, el Unicaja fue vulnerable.

En estos niveles, las grandes estrellas marcan las diferencias. Y Teodosic atraviesa un momento muy dulce. Dimitris Itoudis ha cambiado su rol. Le ha desatado del corsé con el que Ettore Messina le tuvo arrinconado y ahora el genial jugador balcánico hace y deshace a su antojo. Su portentosa exhibición es similar a la que se marcó hace poco el griego Vassilis Spanoulis con el Olympiacos ante el Unicaja. Seguro que lo recuerdan. Son jugadores diferentes, jugadores excelsos... y jugadores carísimos. Teodosic tiene una ficha de 2,5 millones de euros libres de impuestos en el CSKA. O sea, casi la mitad de lo que el Unicaja dedica en sueldos a toda su plantilla.

El serbio cortó de raíz cada amago de los malagueños, liderados por Jayson Granger. El uruguayo fue un toro. Trató de jugar al mismo ritmo frenético que el CSKA propuso y su primer descanso, en el segundo cuarto, marcó la primera diferencia para los rusos (40-28).

El joven Soluade vivió de cerca la exhibición de Teodosic: 27 puntos con 6 de 8 en tiros de dos, 5 de 6 en triples y 10 asistencias. Fue un partidos sensacional, colosal. Ante semejante cantidad de recursos, sólo cabe aplaudirle. Aunque el Unicaja quiso más, trató de superar todas las adversidades y luchó contra el CSKA de tú a tú. Y lo logró. Si Granger fue el general del ejército de Plaza, Kuzminskas fue su capitán en el campo de batalla. Es cierto que el lituano sufrió en defensa ante Weems, eléctrico y acertado. Pero «Kuzma», liberado de presión, sacó su muñeca, su tremendo talento y sus muelles para colgarse del aro. Estuvo muy bien el báltico, como el juego interior verde. Fran de nuevo tuvo grandes minutos, a pesar del tremendo golpe en la cabeza y el susto que se llevó. Golubovic, ante pívots muy grandes, estuvo alerta, mejorado respecto a otros duelos y, a la chita callando, estuvo al borde del «doble-doble»: 8 puntos y 9 rebotes. Y Caleb Green firmó su encuentro más completo. Por fin rindió en defensa y en ataque. Reboteó, estuvo en las ayudas y mostró parte del potencial que se le supone. Otra grandísima noticia.

Quizá el Unicaja permitió al CSKA desplegar su idea de básket hasta el descanso. Y pecó por eso. Permitir un juego tan alegre ante un rival con tantísima calidad acaba machacándote. Pero claro, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? ¿Pudo hacer algo más el Unicaja? Tras el descanso demostró que sí, pero es cierto que el CSKA de los 20 minutos iniciales fue un ciclón, con unos porcentajes de tiro espectaculares. Ganar en el Universal Sports Hall permitiendo a los rusos un promedio del 67.4% en tiros de dos y del 50% en triples parece del todo imposible. Pues con todo y con eso, con el mejor Teodosic que se recuerde y sin Markovic ni Stefansson ni Suárez, y con la dichosa técnica de cada partido a Joan Plaza, el Unicaja lo tuvo en su mano. A cinco puntos a sólo tres minutos. Por eso, el Unicaja salió de Moscú siendo mejor equipo. Y por eso, la derrota es de las que sientan hasta bien y de las que incluso ilusionan.