Al joven fotógrafo nerjeño Serafín Castillo apenas le han bastado dos años para ver cumplidos muchos de esos sueños que para miles de artistas visuales suponen décadas de esfuerzo y dedicación. Su extraordinaria capacidad para innovar en la fotografía de boda le ha llevado ya a ser nominado, con ocho aspirantes más elegidos de entre más de 100 candidatos, al Premio Revelación en Europa de Unionweep.

Es el máximo reconocimiento continental de su sector. «No existe secreto. Creo que soy finalista porque en mi día a día he logrado poder hacer las fotos que me gustaría a mí mismo tener junto a mi novia en el día de nuestra boda», señala. Y agrega que en la gran gala final, que se celebra este año en el Ateneo de Madrid, en el marco de la convención Boda Europe (11 al 13 de febrero), no tendrá ninguna presión: «Iré muy relajado, me da igual ganar o no ganar, porque ya con haber alcanzado la final tengo mi premio. En mi caso yo ya he ganado. Lo que te llevas es el camino recorrido, en este caso y en mi trayectoria. Lo que importa no es la meta, sino conocer a otros compañeros, vivir cosas con ellos».

En octubre ya cosechó otro de esos premios impensables en alguien que apenas había acumulado año y medio de experiencia profesional: «Uno de mis referentes mundiales, mi ídolo estadounidense, decidió casarse en Madrid y me eligió a mí como fotógrafo de su boda. Próximamente se va a publicar mi trabajo, aunque ya está disponible en mi página web: http://serafincastillo.com.

Serafín recuerda que esa boda le supuso «un punto de inflexión» en su carrera. Nada más subir las primeras fotografías a internet registró más de 10.000 visitas, en un plazo de apenas cinco horas. «Ese instante fue decisivo. Desde entonces no he dejado de recibir la propuesta de muchos compañeros para poder hacer sus bodas. Es algo increíble». Como será su viaje en octubre hasta Seattle, donde va a poder ofrecer su talento, a la vez que aprende nuevas técnicas en una de las mecas del sector.

Confiesa que iba para «maestro de Primaria». Pero reparó justo al hacer sus prácticas en que no se trataba de su vocación: «No quería ser un profesor amargado y en ese momento a mi padre le tocó un pellizquito del Gordo de Navidad, con lo que pude pedirle una cámara y apuntarme a la Escuela de Arte de Motril». Luego tenía que completar su formación con un mes de prácticas, pero justo ahí se encontró con el rechazo en su localidad natal, Nerja: «Lamentablemente en mi entorno los fotógrafos siguen anclados en el formato de boda de los años setenta y ochenta. A falta de una semana para las prácticas, sin justificación, me dieron una patada en el culo y tuve que hacerlas en el Gabinete de Prensa del Ayuntamiento. El lugar ideal para hacer unas prácticas de bodas», agrega entre carcajadas. Afortunadamente, los acontecimientos positivos fueron sucediéndose ya sin más sorpresas. A base de «lavar vasos en una discoteca» se costearía clases con nombres propios como Fran Russo o Pablo Beglez, hasta dar el salto al panorama internacional por su enorme talento.