El instructor de vuelo y aventurero axárquico Francisco Giménez ha vuelto a hacerlo. Embarcado en un nuevo proyecto transoceánico, ha alcanzado en Los Andes un récord Guinness. Ya fue capaz, en compañía de otros dos pilotos malagueños, de atravesar todo el continente africano en autogiro. A su regreso supimos de las prestaciones de estas aeronaves desarrolladas con tecnología española en su integridad, como es el caso del prototipo ELA 10 Eclipse. Y ahora acaba de convertirse en el primer piloto que a los mandos de un autogiro cruza sobre el Aconcagua las cumbres que separan Argentina y Chile.

«Nos hubiese gustado transmitir en directo esta hazaña, pero no teníamos las condiciones necesarias en cuanto a comunicación», incidía por WhatsApp durante sus vuelos de entrenamiento en altura. En esta travesía, con máximo riesgo y la incertidumbre de no tener ningún antecedente sobre las prestaciones sobre montañas de tan significativa altitud, Giménez se ha apoyado en un grupo de técnicos y pilotos chilenos.

Como curiosidad, con sus casi 7.000 metros, la cima de América ha servido esta semana de testigo excepcional para un triple objetivo que remarca el aventurero malagueño: «Celebrábamos con esta iniciativa el centenario del primer vuelo que sorteó la cordillera de Los Andes, luego ese récord que hemos tenido la suerte de batir, además con tecnología 100% española, y en un tercer lugar también hemos rendido homenaje al inventor de este tipo de aeronave, Juan de la Cierva, justo cuando se cumplían 82 años de su fallecimiento», relata.

En efecto, el científico e inventor murió el 9 de diciembre de 1936, al no poder completar una maniobra de despegue y estrellarse cuando intentaba cubrir un vuelo entre Londres y Ámsterdam. Para Giménez ha sido muy especial volver a hacer historia en esa fecha. Y al mismo tiempo remarca que no hubiese sido posible esta aventura andina sin la participación del equipo chileno coordinado por el también aventurero Fernando Lira: «Me quedo de esta aventura de la experiencia de poder sobrevolar el Aconcagua a vista de águila, con la suerte de que tuvimos una ventana meteorológica buena. Hemos tenido unas vistas espectaculares, especialmente cuando cogimos el valle para descender».

En cuanto a las temidas turbulencias, «que las ha habido y no pocas», Giménez manifiesta que anteriores expediciones aeronáuticas no pudieron culminar las hazaña que se marcaron, como consecuencia precisamente de las condiciones meteorológicas. «Para nosotros fueron esta vez muy favorables», finaliza.