Tengo la extraña sensación de que no transgredimos lo suficiente para molestar. El carnaval de nuestra ciudad tiene cierto hálito de olor a incienso, que se cuela sibilinamente entre las agrupaciones que impide el desarrollo del mismo en su máxima definición. Para colmo empiezan a aflorar por estas fechas los guardianes de la moral, basada en un profundo y repugnante clasicismo, poniendo a nuestra fiesta en el clásico altar de lo bajuno y deporable. Los que más tienen que callar, vociferan contra el uso de la ciudad por los batallones de caja, bombo y serpentina.

¿En qué punto estamos? Veo desdibujada la esencia combativa, cuchillos que no cortan ni siquiera la mantequilla y mucho adorno floral para los frisos de escenarios de letras vacías. El carnaval se muere. Eso es una aseveración que se utiliza mucho de forma plañidera en nuestro carnaval y es incierta. El carnaval no morirá nunca, mutará o se convertirá en función escolar, lo que va camino de morir es la visión crítica del mismo. Hay que concienciarse de que tenemos un duro combate por delante. Todos, sin excepciones ninguna, debemos unirnos para reclamar que el carnaval sea definitivamente del pueblo y eso solo pasa por el Cervantes como el templo definitivo.

Ayer el Honor a las Bellas Artes empezó a calar hasta los tuetanos de la libertad y volvieron a retumbar los oles y te quieros como siempre y a cada uno de los hombres y mujeres que allí estaban les brillaba los ojos con orgullo. Con la semblanza firme de ser partícipes y activos en la revolución anual de febrero. Es por ello que, antes la inconmensurable magia de nuesta catedral, el concurso debe ser entero. Da igual la calidad, lo que sí está claro es que atraería a más participantes y todos nos sentiríamos cómodos en ese salón cotidiano de la mascarada y la burla. A mí la calidad no es lo que se me viene a la cabeza a la hora de conformar un carnaval. A mí me viene el sentimiento de pertenencia al mismo. Hay que dejar de ser los pagafantas del invierno, mero rellenador entre carteles cofrades y traslados infinitos. No podemos diluirnos en ser otro evento para honor y gloria de la hostelería. O molestamos o nos evaporamos en la fiesta Disney de cumpleaños de niños. Levanta. Despierta. Molesta. Carnaval.