Pablo Picasso y Louise Bourgeois son parte fundamental la historia del arte moderno, aunque cada uno pertenece a un generación distinta y los aspectos formales de sus trabajos poco tienen en común. El malagueño y la parisina nunca llegaron a encontrarse, pero se sabe que Bourgeois vivió una conmoción al visitar la retrospectiva que el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa) le dedicó a Picasso en 1939. Pero aunque sus caminos nunca se cruzaron, en ambos se dan circustancias vitales y temáticas creativas repletos de coincidencias. «Son dos artistas distintos que, sin embargo, incluyen elementos biográficos en su arte. Por ejemplo, tanto Picasso como Bourgeois regresan a su infancia al final de sus carreras. También destaca el interés compartido por el erotismo, el sexo y el arte africano», destacaba ayer Marie-Laure Bernadac, conservadora emérita del Museo del Louvre y experta en Picasso y Bourgeois.

Bernadac, junto a la conservadora de arte internacional en el Moderna Museet de Estocolmo, Iris Müller-Westermann, inauguró ayer el seminario de contexto de la exposición de Louise Bourgeois, He estado en el infierno y he vuelto, en el Museo Picasso, actividad que hoy continúa con la mesa redonda sobre El papel de la mujer artista en España desde 1950, en la que participarán la profesora de Estética y Teoría del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid, Rocío de la Villa; Isabel Hurley, directora de la galería malagueña que lleva su nombre; la artista Concha Jerez y la profesora titular de Historia del Arte de Universidad Autónoma de Madrid, Patricia Mayayo.

Marie-Laure Bernadac, que también ha sido conservadora del Museo Picasso de París y responsable del departamento de artes gráficas del Centre Pompidou, destacó el «interés temprano de Pablo y Louise» -así se refiere a ambos creadores- en el arte. «Mientras Picasso terminaba las patas de las palomas que pintaba su padre, Bourgeois completaba las piernas de los caballos en los tapices del taller de su familia». Otra de las coincidencias entre ambos radica en que gran parte de su producción la realizaron lejos de su tierra natal.

Igualmente, ambos disfrutaron en vida del reconocimiento y la fama, aspecto en el que se desvelan grandes diferencias. «Picasso era un genio y el reconocimiento le llegó muy temprano. Al contrario que a Louise Bourgeois, que después de muchos años de producción en Estado Unidos -se trasladó a Nueva York en 1938- no fue hasta que se produjo el movimiento feminista y hubo un cambio en la visión de la estética del arte, en los años 70, cuando le llegaría el reconocimiento como artista», explicó . Baste recordar que la retrospectiva que le brindó el MoMa en 1982 llegó cuando Bourgeois tenía 71 años. Picasso tenía 58 cuando el centro neoyorquino compiló su obra en 1939.

El impacto de la fama también fue distinto para ambos creadores. Por un lado, a Picasso le dejó un tanto «indiferente» y no afectó a su nivel de producción. «Picasso no creaba por un interés económico ni para vender más. Él siguió trabajando como siempre, por necesidad», relató la experta, que puntualizó que el malagueño, lejos de lo que se cree, era «muy generoso» y no tenía reparos en gastar y dar dinero. Sin embargo, el reconocimiento fue algo que le agradó a Bourgeois. «Creo que ella sentía la necesidad de ese reconocimiento. Pero no significó un cambio en su producción, quizá un estímulo para exponer más su trabajo».

Tampoco coinciden las inspiraciones de sus trabajos, ya que el malagueño era un devoto de los clásicos y la franco-americana poseía una «gran libertad formal». En el interés por el «estado prehistórico del arte», como «la maternidad o la familia», sí fue compartido. También coinciden en que tuvieron una «larga vejez y una muy fecunda producción», por no hablar de la belleza y poesía de sus obras.