El díptico identitario iniciado a comienzos de mes por la batuta de Alejandro Posadas se cerraba, este pasado abono, con la batuta del titular de la Filarmónica de Málaga y el piano del francés Jean Efflam Bavouzet. En los atriles páginas de Franck, Ravel, Turina y Falla que lejos de ahondar en tipismos o vanidades quedaba presentado a modo de interpelaciones entre dos escuelas musicales independientes pero también relacionadas, especialmente en el período posnacionalista y las nuevas corrientes musicales del siglo veinte y que fulminarían fronteras en beneficio de lenguajes más personales y de paso de vocación común. De este modo, Hernández Silva expondría los vasos comunicantes entre los cuatro autores protagonistas del concierto con sus singularidades e influencias mutuas.

Aunque pueda parecer que las Variaciones Sinfónicas de Franck poco tenían que aportar al hilo que mantenemos, es precisamente en la densidad orquestal, la propia construcción cíclica o el sentido de progresión que tanto influirían en la escuela francesa y española posterior al músico. Jean Efflam Bavouzet sería el gran protagonista de la noche. Desde su piano atacaría dos páginas importantes del repertorio como fueron las Variaciones de Franck y el Concierto en Sol Mayor de Ravel.

Bavouzet expuso a Franck con mucha más densidad y riqueza tímbrica de lo habitual, junto a una OFM tratada en un mismo plano de importancia. Bavouzet volcaría la obra hacia un punto de diálogo con el conjunto orquestal sacrificando virtuosismo por una idea de encuentro y donde los elementos temáticos se suceden con mayor fluidez y sentido dinámico, a esto contribuiría decisivamente el titular de la OFM. Así al llegar al pasaje final de las Variaciones quedaba la idea de conjunto, de sentido general que hacen de esta partitura pieza clave para entender el resto del concierto.

Inmediatamente después de Franck dimos un salto de medio siglo y arribar a las orillas del Concierto en Sol mayor de Ravel. Sin esta página raveliana probablemente el siglo veinte quedaría cojo. En sus tres movimientos no sólo se encierran las pinceladas de una nueva forma de escritura, sino también el reconocimiento y adscripción a una identidad forjada en el tiempo que más allá de las exclusiones reivindica un legado común. Si a esta idea sumamos la decisiva interpretación de Bavouzet, Hernández Silva y Filarmónica descubrimos una versión incontestable, formalmente medida, equilibra en acentuación y referente para comprender la segunda parte del programa.

Joaquín Turina y Manuel de Falla coronaron el concierto muy acertado en la cuerdas, preciso en la percusión y sobresaliente en las maderas y vientos. Programa muy oportuno dadas las circunstancias en las que nos encontramos que ahondó sin complejos en lo que nos une.