El público del Cervantes, con todas las butacas ocupadas, le esperaba con mucha ilusión. Y ella no defraudó. Nunca lo hace, porque cuando Pasión Vega se sube a las tablas del teatro municipal malagueño sabe que se encuentra en el lugar donde comenzó a crecer como artista.

Al igual que el público, la cantante también siente algo especial cada vez que regresa a su tierra y le canta a los suyos. Por estas razones la velada que anoche protagonizó estuvo repleta de emoción y de pasión. Como había prometido, Pasión Vega desnudó su alma, contó sus experiencias al público, habló de sus comienzos, de aquella Ana que quería ser artista y trabajaba diariamente, se apuntaba a concursos y aprendió muchísimas cosas en su Málaga. En su nuevo disco, titulado 40 quilates, realiza un repaso por sus 25 años de carrera musical, un tiempo que para la malagueña ha pasado volando: «Es increíble que haya pasado tanto tiempo y que la sensación sea de tanta rapidez. No ha sido largo. Cuando uno hace lo que te gusta, disfrutándolo, yendo de un sitio para otro con tu maleta y tus canciones, es un abrir y cerrar de ojos. Hay gente a la que se le pasan los tramos de vida rápido y no son felices, sin embargo para mí, han sido 25 años siendo muy feliz».

El nuevo trabajo de Pasión Vega, producido por el prestigioso y compositor y director de orquesta Fernando Velázquez, autor de las bandas sonoras de Lo imposible o Un monstruo viene a verme, resulta una alquimia de géneros. Bolero, rumba, chachachá, vals y blues coinciden en un trabajo que respira clasicismo y naturalidad y también la actualidad y vigencia. «Comencé haciendo copla. Algo muy natural en una niña joven andaluza. Pero con el tiempo se produjo una evolución, un poco por tener ese deseo de encontrar mi propio estilo. A partir de ahí comenzó el mestizaje musical», asegura.

Todos estos géneros se dejaron escuchar este viernes en un recital donde una vez más, la artista demostró su calidad vocal y su cercanía con el público, firmando una velada de mucho más de 40 quilates.