La mítica Imprenta Sur de Málaga, aquella en la que los malagueños Emilio Prados y Manuel Altolaguirre editaron la revista Litoral y aquellos primeros libros de poetas de la que se conocería posteriormente como Generación del 27, volverá a ponerse en marcha previsiblemente en este trimestre. «Un lujo de la historia» de la provincia de Málaga instalada en el Centro Cultural Provincial desde el año 2005.

En la misma se imprimían varias colecciones poéticas y varios días a la semana abría sus puertas a aquellos interesados en conocer tanto su historia como la impresión tipográfica. Pero hace más de tres años su actividad se paralizó por motivos técnicos difíciles de afrontar: el proceso de adaptación de las máquinas del siglo pasado a la normativa de Prevención de Riesgos Laborales.

El diputado provincial de Cultura, Víctor González, ha incidido en la «complejidad» de los trabajos, al ser máquinas peculiares y muy antiguas. De hecho, ha sido «bastante difícil» encontrar empresas capaces de desarrollar dichas tareas. Es más, una primera desistió, lo que provocó «un retraso considerable».

Algo similar, continúa, sucedió con la que está dispuesta a certificar la homologación, «al ser muchas las exigencias de Prevención». «Ha sido un tema muy técnico y muy complicado, hay pocas empresas especializadas en esta materia tan antigua», incide el diputado. Ahora se está ya en la parte final del proceso, confiando en que pronto pueda comenzar de nuevo a funcionar la mítica Imprenta Sur.

Para González, «es un hito de la historia de Málaga, un referente, y para nosotros tener esta imprenta en el MVA es un lujo y nos toca ponerla en valor».

La relación de la Diputación de Málaga con la Imprenta Sur tiene uno de sus hitos en 1986, cuando el Centro Cultural Provincial adquirió una de las dos máquinas Minerva. En 2000 el taller cerró debido al empuje de las nuevas tecnologías y a la dificultad para mantener encargos artesanales.

En 2001 la institución compró todo el equipamiento y la puso en marcha en 2005 pero problemas burocráticos obligaron al cese de la actividad en 2011. Dos años después volvió a tomar impulso, manteniendo su carácter artesanal con tipos de plomos y máquinas Monopol Minerva, las mismas que funcionaban hacia un siglo en su primera ubicación en la calle Tomás Heredia de la capital.

Entre los poetas que vieron impresas sus obras en estas instalaciones estaban también Rafael Alberti, Federico García Lorca o Luis Cernuda pero también a otros como Alfonso Canales, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, García Baena o Rafael Pérez Estrada.