'Tesis sobre Juan Breva', por Antonio Jiménez

Por amor a la verdad y en el afán de sacarlas a luz, propongo para su discusión durante este centenario de la muerte del que fuera la primera gran figura del Cante Flamenco, estas tesis sobre el tan glorificado como degradado Juan Breva. Al objeto de recuperarlo como fundador del género flamenco genuinamente andaluz y restituirlo en el trono de la malagueña. Doble patrimonio, cultural y flamenco, del que fue desposeído por la flamen­­­cología malagueñera de los 60. Todo ello, al grito de: ¡Honor al Breva!

1ª. Será en el eco de los residuales orientalismos de la baja Andalucía, donde los gitanos llegados del lejano Oriente encuentran, ¡por fin!, el cuenco musical a sus jonduras, en los folclores y los romances urbanos andaluces. Que en una hibridación sublime les va a permitir, cual catarsis, extravenar cantando el drama milenario de su errante caminar por el mundo.

Razón. Félix Grande: «Sin el fabuloso tejido musical de la Andalucía de los siglos XV al XVIII el flamenco no hubiera existido jamás; sin el asentamiento en la baja Andalucía de esos oscuros hijos de la India el flamenco no hubiera nacido». Al menos, el flamenco gitano-andaluz.

2ª. Tendremos que llegar al final del siglo XVIII para tener noticia del primer ‘cantaor’ que se reconoce, el mítico Tío Luis el de la Juliana. Al que en la primera mitad del XIX seguirían El Planeta y El Fillo. Éste último, ídolo y mentor del joven sevillano, de padre italiano, Silverio Franconetti y Aguilar.

Razón. Ricardo Molina: «A fines del siglo XVIII los corridos y las tonás [recreación cantaora de los romances épicos y urbanos] eran prácticamente la única riqueza de algunas familias gitanoandaluzas, y sonaban, al parecer, de puertas adentro, de un modo hereditario y ritual, elusivo, temeroso, secreto».

3ª. Vuelto Silverio de las Américas, en 1864, adecua los primitivos estilos preflamencos al gusto de la sociedad de su tiempo, restándole jonduras. Conformando así el mapa del cantar gitanoandaluz, que, desde entonces, daría en llamarse cante flamenco.

Razón. Fernando Quiñones: «Puente entre dos tiempos del arte flamenco, es Silverio quien amplía y sistematiza su futuro, conexionando el fecundo cuanto oscuro periodo arcaico, cuyos últimos tiempos vivió, con una nueva época en la que se hacen posible su disfrute, el conocimiento de sus formas y su acrecentamiento».

4ª. Por los mismos años, en un sorprendente paralelismo histórico con la tarea reformadora de Franconetti, desde el fandango verdial de Vélez-Málaga, en el que crece, el veleño Juan Breva emprende la suya propia de promover un nuevo género del arte, el genuino flamenco andaluz, con la malagueña fundacional, vernácula, pura, vieja o canónica, por bandera.

Razón. Pepe Navarro, perote, fundador y presidente de la Peña Juan Breva: «Juan Breva fue el elegido para engrandecer y divulgar, aflamencándolo, el burdo fandango verdial de los montes malagueños. / Así nació la gran fama de un hombre que nunca cantó malagueñas. Sin embargo, el dicho de malagueñas de Breva, yo creo que ha sido pronunciado por la boca de todos los españoles y de gente de fuera de España». Así expresaba, en el 67, su contradictoria fobia antibreviana el mentor flamenco del joven Luque.

5ª. La pionera y exitosa pedagogía cantaora verdial del Breva por las tierras de España, necesariamente abre los locales fandangos andaluces a la flamenquización, sobremanera los de Málaga y el Levante español (también Huelva), donde van a emerger los fandangos personales.

Razón. Ángel Álvarez Caballero: «Los fandangos verdiales son quizás los primeros que debemos situar en la historia del flamenco, porque surgieron de un verdial folclórico en la zona de origen y fueron a su vez tronco de todo el cante malagueñero y levantino».

6ª. La familiaridad del novísimo género flamenco del Breva con la tradición musical andaluza y española, lo erige como la primera gran figura popular de la historia flamenca. Por contra, el exotismo del cantar gitano condena a su genial reformador, Silverio, a un plano minoritario en el aplauso de los públicos de la época.

Razón. José Blas Vega: «El primer artífice que logra llevar el cante al teatro de forma popular y consecuente es Juan Breva. El acierto de sus célebres malagueñas, le hicieron romper los límites de los cafés cantantes. Su fama y su arte pasan triunfantes a los escenarios teatrales. Es el primer cantaor que consigue distinción y reconocimiento fuera de los medios habituales».

7ª. Dos históricos hitos culturales (hablamos de diferencias, no de calidades): El reformador de Silverio sobre el preexistente flamenco gitano-andaluz. Y la fundación de Juan Breva del flamenco andaluz genuino, en tanto que nuevo género del arte. Sobrevenido del milenario patrimonio musical de Andalucía. Que interinfluenciados, se retroalimentarán abriendo las puertas a la posterior fusión de géneros, estilos y artistas.

Razón. De ahí: Juan Breva por soleá o Manuel Torre por cartagenera.

8ª. Durante el largo reinado de Juan Breva se cantaba su malagueña fundacional. Que por su dramatismo y las proverbiales facultades tenoras de su creador, fue el primer palo del género andaluz genuino oficializado dentro del Cante Flamenco.

Razón. Demófilo: En su tabla de cantadores flamencos de 1881, incluye al malagueño Juan Breva como el primer y único cantaor flamenco, exento de influencias gitanas. Pepe de la Matrona: «Como Juan Breva cantaba las malagueñas que daba gloria oírlo, pues ya empezó la malagueña a agruparse en el flamenco».

9ª. La exitosa irradiación del cantar andaluz taladraba el hermético triángulo jondo (Cádiz, Jerez, Sevilla), donde pronto adoptan la malagueña del Breva triunfal para recrearla como la malagueña nueva o foránea, metiéndole melisma gitano y privándola de su esencia verdial.

Razón. Inspirado en la malagueña vernácula del veleño, el gitano Enrique el Mellizo haría una rara joya. Al que seguiría el jerezano Chacón, creando la malagueña nueva, que tras el declive del Breva se constituiría en la más aclamada.

10ª. El maridaje del flamenco andaluz, o de Juan Breva, y el gitanoandaluz, se consolidaría con la floración de los fandangos personales y el posterior aluvión de cantaores. Un terremoto que, con la resistencia de los jondos, involucionaría hacia la fandanguización y la ópera flamenca.

Razón. Alberto García Reyes: «Esta época supuso una adulteración de los estilos flamencos, ya que la mayoría de los cantaores dejó de lado los palos fundamentales, para dedicarse plenamente al fandango».

11ª. Tras del lorquiano, aunque estéril, concurso de Granada (1922), serán los concursos de Córdoba (desde 1956) los que pondrán orden en el degradado flamenco, recuperando pureza y estilos. Y promoviendo la síntesis superadora de las exclusivas fuentes del primer flamenco -cante gitanoandaluz / cante andaluz-, como el arte mestizo y universal que en esencia es. Donde la excelencia cantaora, y no el gen del cantaor, es su canon último.

Razón. Unos concursos que también tuvieron sus desafueros. Véase: IV Concurso 1965 (¡ojo!). Premio Juan Breva (Malagueñas, Granaínas, Tarantas y Cartageneras). Seis años después: VI Concurso 1971. Premio El Canario (Malagueñas). Observemos, cómo la mano de la flamencología malagueñera se alargaba para desnudar un santo (el veleño) y vestir a otro (el perote).

12ª. No será hasta la década 1955-65, cuando se va a fraguar -entre los flamencólogos de la peña fundada en 1958 con el nombre de Juan Breva- la insólita expulsión del legendario Rey de las malagueñas del paraíso flamenco.

Razón. Pepe Navarro, barriendo la malagueña para Álora. Y Pepe Luque pontificando en su libro Málaga en el cante, de 1965: «¿Malagueñas de Juan Breva? Error; no es de buen aficionado llamar malagueñas al cante de Juan Breva». No sin antes dejar sentado que su cante era la bandolá. Nota: Meollo donde radica el inmenso error que Málaga ha de reparar.

13ª. Desafuero flamencológico, que en el entresiglos será contestado por los autorizados trabajos de Jorge Martín Salazar y Luis Soler. Y zanjado en 2014 con el Debate en defensa de Juan Breva, protagonizado por Antonio Jiménez, el propio Luque Navajas y José Morente del Monte.

Razón. El granadino Martín Salazar, con su potente libro Las malagueñas y los cantes de su entorno, de 1997. Y el malagueño Soler Guevara, con su valiente conferencia, de 2008, pro Juan Breva cantaor de malagueñas, en la misma Peña Juan Breva. Ambos ignorados por los propagandistas de la bandolá.

14ª. ¿Qué necesidad tenían aquellos fundadores de su peña de negarle el pan y la sal de la malagueña a Juan Breva -con la mejor de las intenciones, sin duda-, resituándolo graciosamente en un estilo, el de la bandolá, que no constaba, ni consta, para el flamenco?

Razón. Antes de cambiarle al Breva su malagueña por la fantasmal bandolá , obligado hubiese sido preguntarse: ¿malagueña fundacional del Breva o malagueña nueva de Chacón? Y responder: pues las dos. Cada una con su sello, son historia viva del mejor flamenco.

15ª. Por todo ello, a su capitalina Peña corresponde la última palabra -por llevar su glorioso nombre y dada su autoridad flamenca-, para desfacer tamaño entuerto vertido sobre el mayor patrimonio flamenco de Málaga, el veleño Juan Breva, fundador de todo un género del arte, el Cante flamenco andaluz, y legendario Rey de las malagueñas.

Razón. Y ahí, en la apuesta vigilante por la restitución del honor al Breva, debe estar Vélez-Málaga, su cuna, con sus aficionados e instituciones a la cabeza. Por defensa patrimonial y honra flamenca y cultural.

[* Brevianas tesis que, de algún modo, están inspiradas en las 95 de Lutero y las 11 de Marx]

'Breva: la cuarta muerte', por Francis Mármol

No hay olvido oficial más hiriente que el que Málaga acaba de dedicarle por el centenario de su muerte a Juan Ortega Escalona, conocido artísticamente como Juan Breva, y que salvo unas pocas actividades realizadas por la peña que lleva su nombre y una buena programación de ellas dedicadas por un entusiasta grupo de aficionados en su Vélez natal -merece mención especial el espectáculo realizado en el Teatro Carmen en su efeméride- podría haber pasado de soslayo absoluto por esta ciudad de las mil tabernas/museos y sus cuatro o cinco librerías. Hay que decir sobre este cantaor que sus grandezas no son cosa única de acendrados aficionados a lo jondo. Por aquellos tiempos finiseculares era el cantaor que se afincó en Málaga una especie de trending topic ambulante, el Primavera Sound de entonces, y que no se resistieron a alabar los conocidos poetas influencers, Federico García Lorca o Rubén Darío.

Es por ello que hoy suena este olvido de la concejala de Fiestas -sí, no de Cultura- del Ayuntamiento de Málaga; del director de la Bienal de Arte Flamenco de la Diputación; del Instituto Andaluz del Flamenco de la Junta y de hasta el Ministerio de Cultura. Un borrón que sigue horadando en el reconocimiento a la contribución de los músicos a la mejora de la vida del resto. Por precisar de su alcance, el Breva tiene hoy varios cantes y letras en los repertorios de los mejores intérpretes del flamenco, que para que ustedes lo sepan llenan los mejores teatros del mundo. Es decir, es eterno y universal malagueño -qué bien lo sabía esto Picasso- pese a que se ha materializado con este despreciativo olvido su cuarta muerte oficial. Y vengo a contarles esto de su cuarta muerte porque en su día escribí de las tres anteriores a cuenta de que las biografías existentes con décadas ya de caducidad y datos por actualizar (¿para qué vale la Cátedra de Flamenco de la Universidad de Málaga que no publica más investigaciones sobre el más grande cantaor que ha tenido esta tierra, u otros?) y que no dilucidan por ejemplo si estuvo con Paco de Lucena en París. cuando ir a París a fines del XIX era ganar Eurovisión hace unas décadas, y realzaría aún más su legado en forma de cantes.

Y es que la crónica de sus tres muertes anteriores a esta de la memoria histórica cultural y turística tuvo su miga.

Como toda leyenda, el Breva goza de una biografía colmada de anécdotas y recubierta, como en este caso, de episodios misteriosos en la que los periódicos de la época hicieron de luctuosos altavoces de los rumores de la calle.

Así de las tres muertes proclamadas, publicadas, de Juan Breva, dos de ellas fueron infundadas como no podía ser de otra forma. Esto llevó incluso a las influyentes planillas de entonces a publicar las aclaraciones y agregar desaforados elogios por honrar su nombre y su arte ante el desaguisado.

Sobre su primera muerte, 1885

Así, la publicación periódica Málaga Cómica incluye en su páginas (10 de octubre de 1885) la siguiente rectificación sobre una primera muerte anunciada. «Son muchos los periódicos de Provincias que vienen ensañándose con Juan Breva. Todos se hacen eco de la noticia dada por la prensa de esta capital, referente al fallecimiento del célebre cantaor; pero ninguno reproduce la rectificación hecha por los mismos diarios de Málaga», a lo que acompaña: «¡Juan Breva vive, vive para eterna gloria de nuestro cante! (No del cante de la redacción sino de la región andaluza)». El célebre artista de Vélez estaba vivito y coleando por entonces. Tanto que poco tiempo después, en 1886, se anunciaba a bombo y platillo su inclusión en un cuadro que acompañaría a las Viejas Ricas de Cádiz en el Teatro-Circo Variedades, según la Unión Mercantil del 27 de abril del mismo año, donde aparecía como cantador junto a Félix Magan o Antonio Pozo. El Tribuno, otro periódico de finales del siglo XIX, hace mención a esta primera necrológica incierta en sus páginas del 7 de enero de 1891. «Este famoso cantaor a quien se dio por muerto no hace mucho tiempo y se dijo después que había perdido la voz, ha llegado a Madrid y anoche tuvieron el gusto de oírle sus amigos en el acreditado colmado El Puerto. La llegada de Breva es todo un acontecimiento para los aficionados, que muy pronto tendrán ocasión de oír a aquel rey del cante. No sólo no ha perdido la voz, sino que la ha mejorado».

Sobre su segunda muerte, 1913

El segundo obituario tiene fecha de 1913, aparece en El Guadalete de Jerez el 16 de julio de aquel año, publicándose en éste íntegramente una extensa y sentida necrológica del ilustre vecino de Vélez aparecida previamente en El Cronista de Málaga. Para comenzar la historia no estaba tan clara: «Obscuramente ha fallecido en Almería el famoso artista de cante andaluz Juan Breva(...)», artículo fallido al que le seguían toda clase de elogios y piropos en el que se recordaba su cúspide artística «En los tiempos del auge del gran cantaor cuando vivía en Madrid, fue solicitado para muchas juergas de rumbo. Juan Breva se hizo oir de reyes y de príncipes, de nobles y magnates, que lo consideraban como el divo del cante hondo».

En aquel mismo obituario se hacía alusión a un retiro dorado en el que vería el ocaso de su vida, algo alejado de su auténtico y desgraciado final. «Juan Breva se retiró a vivir de sus ahorros. Ganó mucho y conservó lo preciso para pasar una vejez sin privaciones». Como anécdota de alcance, al día siguiente de salir en los papeles este obituario, el mismo periódico de Jerez se hace eco de lo publicado en el Diario de Cádiz, en el que se comenta la visita a la redacción del hijo del cantaor, que no sale de su asombro cuando le informan de lo publicado, su padre, muerto y él sin enterarse. Todo quedó en otro malentendido de la prensa. Así rezaba la noticia: «Había venido dicho señor a Cádiz para viajes de negocios creyendo en completa salud a su padre, que reside en Almería y aunque persona de su amistad con quien estaba, procuró ocultarle el triste anuncio de su muerte, que publicó el Cronista de Málaga y aquí se reprodujo (...) Se comprenderá la dolorosa sorpresa del viajero aludido, quien tenía carta de su padre, fechada el viernes, sin ningún dato o indicio de que estuviera enfermo. Telefoneó y vino al Diario por si conocíamos antecedentes, de que carecíamos. Celebraremos que obedezca a un lapsus, y que la respuesta esperada sea tranquilizadora».

A la tercera, la certera

Por último se publica la última, verdadera y definitiva necrológica del cantaor aparecida en El Regional, el 9 de junio de 1918, donde se daba cuenta de su silenciosa y decrépita muerte. Aparece también recordado en ella en su cumbre artística: el cantaor que abrió por primera vez al cante el Palacio Real, fue amigo de Alfonso XII, primera figura siempre que actuó en el Café de Silverio y ganaba más que nadie, trabajando en tres teatros de Madrid a la vez, a 10 duros por día, casa y marcándose el prurito de cobrar en oro algunos de sus emolumentos. Aquel «que tenía cuerpo de gigante y voz de niña y que como Homero cantó ciego, con voz de mar sin luz y de naranja exprimida», según Lorca. De «lobo o pájaro de amor» como lo definió Darío, que abrió los teatros al cante de forma popular, creador de un estilo propio de malagueñas y abandolaos. Aquel que todo lo derrochó y vería, ya con los ojos velados, esfumarse la gloria y el oropel, mísero, casi ciego, tanto que sus amigos más cercanos tuvieron que pedir limosna para sufragar su entierro. Ya entonces Antonio Ortega Escalona, como ahora, con muy pocos que le canten a su memoria.