En estos días tengo una enorme dicha: a quien me pregunta en qué ando ahora le señalo la cartelera. Sí, ahí, en el Albéniz. No todos los días una película tuya se distribuye y proyecta en salas de cine por toda España, pero ahí está 'Sin fin', al final de un largo camino, mucho más largo de lo que se suele imaginar y que no acaba en esa sesión ni en esa pantalla, pues el paso por las salas es sólo una etapa de la vida comercial de una película. Se inicia, claro, muchísimo antes y termina, afortunadamente, bastante después. De eso, y de cómo llega hasta ahí una producción malagueña, es de lo que me han invitado a hablar en esta ventana.

Para una película, los cines son su puesta de largo: tantas historias, todas con su cartel, su promoción, su lema, su distribuidora, su trailer... tantísima publicidad -en realidad, sólo de algunas. Nos pueden parecer demasiadas, incluso muy repetidas, pero nos hemos acostumbrado a que estén ahí como lo más normal del mundo. Últimamente pasan muy rápido, si te descuidas un fin de semana, al siguiente puede que ya no esté la que habías elegido. ¿Hay público para tantas películas? ¿por qué se las quema tan rápido? ¿tendrán el mismo interés y atractivo si pasan directamente a plataformas digitales y sólo se vieran por internet? Muchas de estas preguntas quizá expliquen ya en sí mismo lo difícil que es levantar un proyecto, no sólo en sí y con la modestia que puede suponer una producción humilde como es 'Sin fin', sino por vérselas con este bosque en que se ha convertido la difusión del cine, en la era en que más audiovisual se consume y en apariencia sería más fácil llegar ahí.

Nada de esto es casual, es más, la primera consecuencia de este ritmo vertiginoso de estrenos, acelerado en los últimos años, es ponérselo más difícil a las historias "especiales", esas que necesitan del boca-a-oreja y las maneras "de toda la vida" para que el público se enterara de su existencia. Por eso, que 'Sin fin' esté hoy en esas salas, aun con todas las buenas críticas y los premios que ha tenido (nada menos que mejor actor protagonista, Javier Rey, y mejor ópera primera, en el pasado Festival de Málaga Cine En Español) es casi un milagro.

En el origen de 'Sin fin' está mi relación con los hermanos Alenda, uno de los cuales ya formó parte del equipo de 'Operación Úrsula', el primer largometraje que produje (y también dirigí) hace ya 12 años. Era una película documental de un cierto nivel, pero destinada a festivales, televisión y otros circuitos, más que a salas de cine. La produje con MLK Producciones, empresa que fundé hace 20 años y que además de numerosos documentales, ha sido pionera en gestión y difusión del patrimonio cultural de Málaga. Desde MLK también hemos sacado adelante varios cortometrajes y coprodujimos un largo internacional, 'Andalucía' de Alain Gomis (España-Francia, 2007) que se estrenó en el Festival de Venecia y ganó varios premios en otros festivales. Pero para entrar de lleno en la ficción pusimos en marcha otra empresa, Producciones Transatlánticas, que tras varias películas para televisión ('Mar de plástico' y 'Cenizas'), proyectos transmedia ('Is_landia') y otros formatos ('Solsticio'), ha acometido 'Sin fin' como productor principal y mayoritario.

El proceso se inicia siempre con una historia: un argumento atractivo sobre la mesa. Los hermanos César y José Esteban Alenda me propusieron una historia de amor con viajes en el tiempo, algo ya visto en otras cinematografías pero no en el cine español. ¿Era suficiente? Ellos ya se habían ganado un cierto respeto en el cine español con ocho cortometrajes, algunos de ellos tan reconocidos como un Goya y varias nominaciones. Un gran impulso, sí, pero ¿podíamos tirar ya? Había sincronicidad y buen entendimiento, algo esencial entre directores y productores. Además, esa combinación que tienen sus cortos entre cine clásico con un toque indie me parecía muy atractiva, ideal para que 'Sin fin' no fuera otra película independiente, arriesgada pero sólo aspirando a ganar en festivales o a que un crítico la descubriera. Todo ello sumaba una base más sólida para aspirar al circuito comercial, sin perder la originalidad y el riesgo, y encima teníamos ya el compromiso de profesionales que habían trabajado ya con ellos y conmigo, sobre todo, de sus dos protagonistas: Javier Rey y María León. Ah, ya casi teníamos listo el envoltorio para encontrar su hueco en el mercado.

Entonces empezó el baile, el llamar a puertas para pedir dinero. Es un negocio difícil el vender una película con apenas unos folios: el guión, la ficha técnica, un presupuesto y un plan de explotación. Acumulábamos solvencia, nuestra trayectoria y todo lo dicho, pero aún había que demostrar que era suficientemente atractivo. Así que produjimos un corto, 'Not the end', más fácil de financiar pese a no ser barato, pronto ganó dos premios en los Festivales de Gijón y de Málaga (el primer año que se abrió esa fórmula de apoyar proyectos de cortometrajes), lo que se completó con ayudas públicas para un presupuesto que no incluía salarios, pues así se hacen los cortos, con mucho riesgo y el empeño personal de muchas personas.

'Not the end' también sirvió para redefinir muchos aspectos de la historia. El más importante: apostar por el romance y reducir la ciencia-ficción. La dimensión fantástica del argumento (el protagonista viaja en el tiempo gracias a la máquina que él mismo ha inventado), pasaría a ser lo que Alfred Hitchcock denominó un macguffin, un pretexto que tira de la tensión y ocupa lo justo, dejando que 'Sin fin' trate básicamente de amor y emociones. En paralelo nos permitió tener un avance o teaser que, montado con las imágenes del corto, proporcionaba atractivo y solvencia ante las cadenas de televisión, plataformas y distribuidores a quienes se presentó. De entre todos ellos, salieron los compañeros de viaje: dos televisiones públicas (TVE y Canal Sur) y un distribuidor español que es a la vez agente de ventas internacional (Filmax).

En otra época era posible combinar cadenas públicas y privadas, algo que permitió a las películas españolas subir de calidad, ambición y alcance internacional. Sin embargo, en los últimos años el mercado se ha polarizado: las privadas se involucran mucho más en las películas que asumen, lo cual es fantástico para su promoción y distribución, aunque a costa de reducirse a ciertos géneros y estilos, y de empobrecer y complicar el panorama general. Su estrategia prácticamente ha desbancado al cine independiente del mercado y de las principales ayudas que reparte el Ministerio de Cultura: la línea general del ICAA es se dedica a películas de Antena 3 y Tele 5, dejando al grueso del cine español (y sobre todo a los más independientes) la línea menos dotada (ayudas selectivas), es decir, a seguir haciendo sólo películas "artísticas" y, desde luego, escasamente financiadas. Esta paradoja quizá sorprenda a quienes tienen el vicio de vincular cine español y dinero público, más aun sabiendo que el capital de esas dos empresas (tan subvencionadas a la hora de hacer cine y casi decidir el cine que se hace) es mayoritariamente extranjero

En todo caso, 'Sin fin' tuvo la suerte de interesar a TVE y Canal Sur, que estrenarán el próximo año la película en televisión. Las cadenas públicas vienen sufriendo un recorte presupuestario y eso también se ha notado en estos contratos, como en la desaparición del "doméstico" (¿quién compra ahora una copia en DVD o Bluray?, del videoclub ni hablamos) o la debilidad que aún supone la distribución online. Los ingresos por estas partidas han dejado de ser representativos y, a cambio, está la expectativa de las plataformas digitales. En uno de los foros donde se presentó 'Sin fin' como proyecto (estuvo en Málaga y Madrid, también en París y en el festival de Sitges) fue que Filmax se involucró tanto para el estreno en España como en las ventas internacionales. Ellos negocian con esas plataformas y distribuidores de otros países, ya desde los mercados de Cannes, Berlín, Toronto o Los Ángeles (el American Film Market), donde 'Sin fin' se iba presentando a compradores diversos. Esta es la línea más importante, mucho más que la taquilla, para la vida de una película y donde los productores aspiran a recuperar su inversión.

Eso contando con que el trabajo del productor es financiar el coste antes de acometer la producción, y en 'Sin fin' prácticamente lo cumplimos. Para el mes de julio de 2017, en vísperas de iniciar el rodaje, habíamos conseguido ayudas del ICAA y de la Junta de Andalucía, y descontado estos contratos y subvenciones a través de CreaSGR, una entidad de garantía recíproca clave a la hora de negociar con los bancos. Fueron unas semanas muy intensas de trabajo y calor extremo para un equipo de unas 50 personas desplazándose entre Madrid, Málaga y Cádiz. 'Sin fin' es una road-movie (en realidad del subgénero bus-movie) cuyo viaje se rodó en el valle del Guadalhorce, principalmente en Alhaurín El Grande, pero también en Ardales, Coín, Cártama, Alhaurín de la Torre y Málaga capital, siendo Conil de la Frontera la playa, pues el sol debía ponerse sobre el mar, algo imposible en la costa malagueña. La financiación se completó con la implicación de diversas empresas, como Alsa y Copicentro, además de algunos patrocinios y apoyos, públicos y privados.

Después de rodar, en el proceso de montaje, la película se vuelve a construir: en la postproducción se retoca la imagen, se rehace el sonido, aparece la música (compuesta por el granadino Sergio de la Puente) y de un enorme puzzle, vuelve a surgir la magia. Aquí es también donde una película dirigida al mercado requiere más cuidados: corrección de color y efectos, así como la mezcla de sonido 5.1 son procesos caros y delicados, que podrían resolverse más fácilmente si sólo un vídeo para redes sociales. Pero ambicionar todas las pantallas y festivales exige ese salto que 'Sin fin' ha dado. Así llegamos a ser la película sorpresa del pasado Festival de Cine, con un respaldo casi unánime de la crítica, y una respuesta muy cálida del público que ha ido a verla.

Desafío

Ése es el desafío pendiente: que se mantenga la vía que permite a este tipo de películas encontrarse con el público y no sucumbir ante la presión de los nuevos estrenos, el avasallamiento de las grandes producciones, la enorme maquinaria de publicidad de las majors o los títulos de las dos cadenas privadas. En este territorio competimos, en desigualdad evidente, las apuestas creativas que abren nuevos caminos, que descubren talentos y abren tendencias, como 'Sin fin', películas sin grandes presupuestos ni mucha promoción, sin las cuales no existiría el cine que conocemos ni se habría expandido la industria a lugares como Málaga.Hacer que salgan de aquí, de nuestra capacidad de inversión y de invención, frente a las que nos llegan de fuera o las que simplemente vienen a rodarse aquí, que están muy bien, pero no generan valor, ni beneficio real, sólo una contratación momentánea, algo fácil de entender a cualquiera que lo compare con otras industrias como el turismo, en la que la verdadera propiedad de los negocios y, sobre todo, de los operadores, está fuera de nuestras manos. Por eso, en el caso del cine,

es vital que se mantenga la posibilidad de producir nuestras propias historias. Además de aportar valor real, empresarial y mantener el tejido profesional que, además, ha ido creciendo, nos permite contarnos a nosotros mismos, construir nuestra imagen, algo esencial en un mundo mayoritariamente visual, y abrirnos un hueco en ese magma de historias audiovisuales del que nos nutrimos diariamente.